domingo, 14 de diciembre de 2008

MITOLOGIA DEL TORO – I

En este trabajo que acabo de comenzar, me propongo ir relatando una serie de narraciones mitológicas, en forma de artículos, relacionados con el toro, en cuanto a su tratamiento por las distintas sociedades de la antigüedad, poniendo de manifiesto lo ancestral que, sin duda, es la cultura del toro.
Muchas opiniones se han escuchado, favorables y encontradas, sobre la veracidad y licitud de la titulación como fiesta cultural taurina. Como cualquier actividad humana, ésta fiesta, como otras, está sujeta a distintas interpretaciones y críticas que, cuando menos, es preciso tratar con un mínimo imprescindible y necesario de respeto, por cualquiera que exprese su opinión de la índole que sea, como práctica deontológica característica y deseable de toda sociedad civilizada, razonando los argumentos esgrimidos.
Partiendo de las premisas que nos han dejado los antropólogos, no puede negarse que "la cultura o civilización es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridas por el hombre en cuanto miembro de la sociedad", definición del nada sospechoso antropólogo inglés E.B. Tylor (1832-1917). (1)
Abundando en los conceptos justificativos de la cultura del toro, cabe afirmar, por evidente, que esta actividad humana es "una cultura de masas", que, gracias a los medios de comunicación, ha dejado de ser la antigua cultura de grupos a tener un carácter universal, pasando a ser un patrimonio de masas y no de élites, como en los tiempos feudales.
Desde los tiempos más remotos que podamos imaginar, el toro ha sido objeto de un culto zoolátrico que podemos asociarlos a los comienzos de las actividades cinegéticas del hombre primitivo.
Unamuno, en la primera estrofa de su loa a Altamira, nos remite a una época cavernaria donde nos sitúa, tal vez sin pretenderlo, en los comienzos tenebrosos del rito y el culto al toro, al decir:
"Cavernario bisonteo,
tenebroso rito mágico,
introito del culto trágico
que culmina en el toreo".

Lo que podríamos llamar "El primer libro gráfico de la Humanidad" nos ha legado numerosas imágenes de pinturas rupestres de animales y del toro en particular, que ponen de manifiesto la existencia de una especie de creencias primitivas. El cazador del Paleolítico superior o, cuando menos, del Neolítico temprano, creía en que todos los seres vivos estaban animados, o poseídos, de un espíritu potente y que los efectos del mismo podía ser modificado mediante rituales de magia. Es lo que se conoce como creencias o religiones animistas y en cuyos rituales, es lógico suponer, la utilización de fórmulas u objetos de carácter apotropaicos (del griego apotrepö=desviar) era algo habitual y corriente, con la intención de predisponer el espíritu del animal a favor del cazador, y conseguir que la futura cacería fuese menos peligrosa, más fácil y abundante.
PLACIDO GONZALEZ HERMOSO
Bibliografía:
(1) Nueva Enciclopedia Larousse, tomo 5, pag.2526

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