miércoles, 6 de abril de 2011

INDICE DE ARTICULOS

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INDICE
TOROS MITOLOGICOS V, Dioses-Toro de la Tormenta
http://mitotaurico.blogspot.com/2011/03/toros-mitologicos-v-los-dioses-toro-de.html
- EL TORO PORTADOR DE IMÁGENES II (Carros cultuales)
http://mitotaurico.blogspot.com/2010/08/el-toro-portador-de-imagenes-ii_23.html
- EL TORO PORTADOR DE IMÁGENES I (Carros cultuales)
http://mitotaurico.blogspot.com/2010/07/el-toro-portador-de-imagenes-i.html
CORRIDAS PAPALES
http://mitotaurico.blogspot.com/2010/04/corridas-papales.html
EL TORO MEDIADOR DE LITIGIOS
http://mitotaurico.blogspot.com/2010/02/el-toro-mediador-de-litigios.html
EL TORO Y EL MUNDO FUNERARIO - II
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/10/el-toro-funebre-ii.html
EL TORO Y EL MUNDO FUNERARIO - I
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/08/el-toro-funebre-i.html
LA PIEL Y LAS ASTAS DEL TORO
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/07/la-piel-y-las-astas-del-toro.html
LA SANGRE DEL TORO
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/03/la-sangre-del-toro.html
LA CARNE DEL TORO y II
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/03/la-carne-del-toro-y-ii.html
EL TORO DE ORO
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/03/el-toro-de-oro.html
LA CARNE DEL TORO - I
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/02/la-carne-del-toro-i.html
TOROS MITOLOGICOS - IV - Los Toros de Guisando
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/02/toros-mitologicos-iv-los-toros-de.html
TOROS MITOLOGÍCOS–III,ISRAEL, a la luz de la Biblia
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/01/toros-mitologicos-iii-israel-la-luz-de.html
TOROS MITOLOGICOS – II, India, China y Egipto
http://mitotaurico.blogspot.com/2009/01/toros-mitologicos-ii-india-china-y.html
TOROS MITOLOGÍCOS I - Mesopotamia y Persia
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/toros-mitologicos-i_27.html
EPIGRAMAS - II
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/epigramas-ii.html
MITOLOGIA DEL TORO – II
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/mitologia-del-toro-ii_14.html
MITOLOGIA DEL TORO – I
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/mitologia-del-toro-i.html
DESJARRETAR LOS TOROS
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/desjarretar-los-toros.html
CURIOSIDADES - LA PUNTILLA
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/curiosidades-la-puntilla.html
EPIGRAMAS-I
http://mitotaurico.blogspot.com/2008/12/epigramas-i.html

EN PREPARACION
- UN VIAJE AL MUNDO MITOLOGICO DEL TORO (Conferencia)
- EL TORO EN LAS FIESTAS PAGANAS
- EL TORO EN LA ICONOGRAFIA RELIGIOSA…….Etc….Etc….Etc.

viernes, 11 de marzo de 2011

TOROS MITOLOGICOS – V, Los dioses-toro de la tormenta

     En los capítulos precedentes, sobre “Toros mitológicos”, encontramos a éste animal totémico en una simbiosis permanente con la divinidad, en cualquiera de las diferentes culturas que lo conocieron y en las que nos hemos adentrado. 
     En ese sincretismo asociativo del toro con la divinidad, el denominador común, en todas esas culturas, era la utilización de la simbología del toro para ensalzar y enaltecer el concepto de fuerza, poder y virilidad de los principales dioses de su panteón.
Dios Enlil en una impresión de un cilindro de arcilla
     Las diversas culturas que conocieron a este animal emblemático, mostraron una inclinación especial en ensalzar la potencia genésica del toro, producto no solo de la observación de la capacidad fecundante del uro, tras vencer a sus congéneres en una lucha cruenta y apartarse un harén de hembras, sino del poder, potencia y acometida furibunda que imprimía a sus ataques y que le hicieron merecedor del temor, admiración y el culto del que gozó entre los grupos de cazadores primitivos y, posteriormente, entre los pueblos agrícola y pastoriles de la antigüedad.
     La ocupación social en esas dos actividades dependientes de los frutos de la tierra y del ganado -agricultores y ganaderos-, supuso la dependencia de los ciclos estacionales de la Naturaleza que marcaban, al mismo tiempo, la estabilidad económica de la sociedad. Mas esta aceptación a los avatares naturales no estaba exenta de creencia religiosa alguna, más bien al contrario, ya que el hombre del Neolítico tenía ya bien formada la concepción de que todos los fenómenos naturales, al igual que ocurría con los animales, estaban movidos por un espíritu potente y de un poder sobrenatural fuera del alcance de las capacidades del hombre y por tanto, los efectos malignos o perniciosos podían ser modificados mediante rituales de magia simpática.
     Como es lógico, para que un ritual produzca los efectos deseados, necesariamente debe estar dirigido a la potencia que produce dichos fenómenos. Por tanto, la principal preocupación y ocupación del hombre primitivo fue la de identificar y poner nombre al causante de tales prodigios; es decir, debía ponerle nombre a ese ser superior capaz de tan portentosas potencialidades. Y a esa potencia superior la llamó Dios.
     A partir de ahí no le fue difícil descifrar la ecuación genésica de la vida. Si, como acabamos de decir, la preñez de un número determinado de vacas era producto de la potencia fecundante del toro, la fertilidad de la tierra se veía potenciada tras la beneficiosa lluvia arrojada desde lo alto.
     Luego la lluvia enviada desde el cielo por esa potencia superior, tras insuflarle el germen seminal, era la que fecundaba la tierra y esa fertilidad era producto de la potencia fecundante de su Dios, una deidad suprema que regía la lluvia, el relámpago y la tormenta; de ahí la terminología de “Dioses de la tormenta”, de los que nos vamos a ocupar en éste capítulo.
     Ese dios regidor y dispensador de la lluvia portadora de vida, que mitigaba los periodos de estiaje de la tierra era, a la vez que fecundador, un dios violento y arbitrario, identificado en todas las sociedades con un toro salvaje. Ningún otro animal podía simbolizar mejor el trueno y la tormenta con su potencia fecundadora, su fuerza bruta y su potente mugido.
     Tras esta introducción, nuestro comienzo debe empezar, forzosamente, por aquellas zonas geográficas donde tiene sentido la existencia de un dios fertilizador, junto a la necesidad de una tierra fértil en la que germinasen las semillas y demás plantas herbáceas, necesarias para que una cosecha abundante y unos pastos generosos colmasen las necesidades de pueblos y ganados.
     Ese comienzo no es otro que la tierra donde, nueve mil años antes de nuestra Era, se descubrió la agricultura y se domesticaron la oveja y la cabra, a la vez que surgieron los primeros pueblos organizados: los Sumerios. Precisamente, entre éstos, el término gu ó gud significa a la vez «toro» y por extensión, «fuerte» y «valeroso». Al igual que el agua era para ellos de una importancia capital y fundamental y exaltaban este concepto en un himno al “agua de vida” que decía: “Del cielo con abundancia llueve…, de la tierra con alborozo sube”.
Dios de la tormenta, s.VIII a.C.
     En el panteón sumerio, con cerca de dos mil dioses según algunos autores, los dioses de la lluvia tenían una importancia capital y, además de los propiamente nominados como dioses de la tormenta, algunos dioses de gran importancia tenían reconocida esas potencialidades. Entre ellos encontramos a ENLIL, la principal deidad sumeria, “señor del viento” y “de la atmósfera”, portador de “las tablillas del destino” de los hombre, que recibía los apelativos de “lugal.a.ma.ru”, es decir “rey de las tormentas” y los de “Toro fecundante” y “Toro potente”, con lo que indicaría que Enlil era el dios del clima. Un himno sumerio lo describe así:



Echado en el campo
como un robusto toro montañés,
sus brillantes cuernos refulgen como el sol
y resplandecen como Venus en el cielo”.

     A pesar de ello, en Mesopotamia, el clima no marcaba la abundancia de las cosechas, al depender éstas del limo fertilizante que depositaban los ríos al desbordarse. Esas inundaciones, tan frecuentes en aquellas tierras cuasi pantanosas, eran el producto del carácter irascible y temible de Enlil, por lo que recibía el calificativo de “Toro furibundo” y “Toro destructor”.
     En un mito primitivo se decía que la unión marital entre Enlil y su esposa Ninlil, la diosa madre sumeria o diosa vaca, era la causante de las crecidas y el consiguiente desbordamiento de los ríos Tigris y Éufrates, inundando las riberas y fertilizando los campos. También se dice, en el mito del Diluvio mesopotámico, que es Enlil quien abre las compuertas del cielo para acabar con los molestos humanos, conocidos como los “cabezas negras”, por lo que su hermano el dios Enki, “Señor del Fundamento” e invocado como “Hijo del Toro”, le recriminase severamente en otro himno sumerio:

Oh tú, sabio entre los dioses, intrépido,
¿Cómo así, sin reflexionar, has podido traer el Diluvio sobre la tierra?
Castiga [en adelante] al pecador por su pecado,
Al ruin por su maldad.
Sube, paséate sobre estas aldeas arruinadas,
Observa estos cráneos recientes o de antaño:
¿Dónde está el hombre de bien, en dónde el ruin?”

     Una homología parecida a este himno la encontramos en el mundo hebreo, en este caso no recriminando si no llamando a la reflexión a su dios y es la que le hace Abraham a Yahveh, al enterarse que iba a destruir la ciudad de Sodoma: “Entonces Abrahán se acercó y dijo (a Yahveh): ¿De modo que vas a destruir al inocente con el culpable?. Supongamos que hay en la ciudad cincuenta inocentes, ¿los destruirías en vez de perdonar al lugar en atención a los cincuenta inocentes que hay en él?. Lejos de ti hacer tal cosa! Matar al inocente con el culpable…”. (Génesis. 18, 23-26)
     En la mitología, los dioses de la tormenta se representaban montados encima de un toro con los rayos en la mano, como puede observarse en la mayoría de las imágenes que acompañan este capítulo.
     Aunque la teología sumeria le asigna a Enlil la capacidad de gobernar la atmósfera, tanto en el mundo sumerio como, posteriormente, en el babilónico, el verdadero dios de la tormenta, al que se le guardaba y reservaba un culto especial, era  ISHKUR (en sumerio) o ADAD (en acadio), adorado aproximadamente del 3500 al 1750 a. C. en toda la antigua Mesopotamia. Lo representaban montado sobre un toro con los rayos en la mano, al tiempo que le invocaban como “Toro vigoroso” y “Toro fecundador”, ya que creían que el dios derramaba sobre la tierra su semen en forma de lluvia y por eso la lluvia fecunda la tierra.
     Ishkur era un dios de doble aspecto. El terrible regía los vendavales, los truenos, los rayos y las tormentas; mientras que el benéfico lo hacía sobre las aguas fecundantes, las lluvias y el rocío, y era conocido por los Canaanitas como Hadad, o Buriash para los Cassitas. La constelación Guanna, "el Toro Celeste", o de Tauro, estaba dedicada a él.
     En cambio, cuando las tormentas eran devastadoras lo llamaban “Toro furibundo”, y era creencia general que el ruido atronador de los truenos eran “los bramidos del dios enfurecido”. Esas potencialidades del dios se reflejan en varios pasajes de un himno sumerio dedicado a él:

“Ishkur, gran toro radiante, tu nombre alcanza el cenit del cielo…
Tu nombre acornea a la tierra una y otra vez,…
Tu mugido motiva que la gran madre, Nilil, tiemble ante ti…
Cuando desde la ciudad eleva su voz al cielo,
verdaderamente es una bramante tormenta”.

     En cambio entre el mundo babilónico era el titular de la tormenta devastadora y de las inundaciones, pero no de la lluvia fertilizante, aunque en este himno babilónico se le invoca como dios benefactor:

“Señor, que resides en la abundancia, noble Ishkur,
la fertilidad cae del cielo como lluvia,
sobre el país toda abundancia cae como lluvia.
…Él hace crecer el grano en el surco,
él ha vertido la crecida en los arroyos”.
Dios Marduk con los atributos de dios de la tormenta

     Una vez creado el estado Babilónico por Sargón I (2334 a.C. – 2279 a.C.), la unificación del estado no se limitó únicamente a las ciudades-estados, si no que abarcó todas las áreas sociales como la justicia, el comercio, la religión y los dioses, surgiendo la figura del dios MARDUK como dios supremo y patrono de la ciudad de Babilonia y culminó como cabeza del panteón babilónico, tras la subida al trono del sexto rey de la primera dinastía babilónica, el amorreo y legislador Hammurabi (siglo XVIII a. C.), y a Marduk se le intitulaba como “Novillo del Sol” y regía el crecimiento de los vegetales, el poder fecundante de las aguas y su mugido se asimilaba al huracán y al trueno
     Los persas no poseían templos ni erigían estatuas dedicadas a sus dioses. De hecho, ninguna edificación del área persa ha sido claramente identificada hasta la fecha como los restos de un templo.
     Entre los dioses primitivos, anterior al mazdeísmo según unos, encontramos al dios ZURVAN, que representaba al dios avéstico del tiempo y fue la figura central del zurvanismo posterior, al que consideraban como procreador de Ariman y Aura-Mazda u Ormuz, los titulares del mazdeismo.
Dios de la tormenta de Hasanlu, Irán, 2000 a.C.
     Otra deidad en el Irán antiguo era VERETHRAGNA  (al que le estaba dedicado el vigésimo día del último mes del año) que se apareció a Zoroastro bajo la forma de un toro (como reza un himno de alabanza a Verethregna, que comienza con una enumeración de las diez formas en que la divinidad se aparecía: como un toro con cuernos de oro, un caballo, un ciervo, un macho cabrío… etc).
     Asociado a este dios se realizaba un festival iraní de la lluvia conocido como Jashn Tiregan, y se celebraba el primer día del mes de julio o día del Tir (nombre de un mes del calendario persa) a fin de invocar la lluvia.
     No obstante, a pesar de que los persas no poseían templos ni erigían estatuas a sus dioses, las representaciones del dios de la tormenta se materializaron en infinidad de soportes, como puede observarse en un vaso de oro hallado en Hasanlu (s. XX a.C.), (una ciudad cercana al lago Urmia, al N.O. de Teherán, Irán) donde aparece, entre otros motivos, un carro conducido por un dios alado y tirado por un buey celeste que escupe la lluvia, exponente manifiesto de la representación del dios de la lluvia y la tormenta.
     Una de las civilizaciones, tal vez, menos estudiadas y difundida, fue la conocida como “civilización del Indo”(2.500 a.C.), la cual se desarrolló a lo largo de las riberas del río Indo - de donde toma el nombre la península indostánica, uno de los dos ríos sagrados, junto con el Ganges-, teniendo sus principales centros culturales en las ciudades de Harappa y Mohenjo-Daro.

Pintura rupestre de Raisen



Grabado de Khoupum
Dios-toro del Indo, 2400 a.C.
     En la religión del valle del Indo el mayor culto fue claramente el culto al toro, donde la mayor parte de de los dioses de su panteón eran dioses de fertilidad y, por tanto, dioses de la lluvia, necesaria para que aflorasen los abundantes pastos, esenciales para unas tribus que sustentaban su existencia en la cultura bovina, donde el modelo de riqueza se medía en vacas, becerras y leche, siendo el toro reconocido como el gran fecundador; de ahí la creencia de que para tener un buen rebaño había que tener buenos toros.
      Esa cultura ganadera de bovinos la hallamos atestiguada desde principios del Neolítico en una amplia zona de la India, como lo atestiguan los innumerables grabados de abundantes rebaños de bóvidos, hallados en los abrigos rupestres de Bhimbetka, Khoupum, Tamenglong, Raisen, Kerala o Manipur, por donde discurren varios ríos tributarios del Indo y el Ganges. En esas representaciones rupestres encontramos algunas figuras humanas erguidas o sentadas en lo alto de un toro, tal vez como antecedente remoto de divinidades de la lluvia y de posteriores creencias y cultos telúrico.
    En esa cultura primitiva encontramos al dios-toro del Indo representado de forma humanizada en varios sellos de arcilla de Harappa y Mohenjo-Daro, donde aparece con rostro trifaz y un tocado con grandes cuernos de toro, si bien su posición no es erguida si no sedente, con las piernas dobladas y las plantas de los pies juntas, en una clara postura de yoga. Está acompañado, bajo el edículo donde se asienta, de un ciervo y rodeado de varios animales como el elefante, el rinoceronte, el tigre y el toro. Tal como nos informa Jack Randolph Conrad, en “El cuerno y la espada”, los cuernos que adornan el tocado del dios son “largos y afilados, para simbolizar su fuerza y su fertilidad de toro”.           

El dios védico Parjanya

     Posteriormente, en el periodo conocido como la Época Védica (1500-800 a.C), los arios compusieron infinidad de himnos a sus dioses en toda la India, transmitidos de generación en generación y posteriormente recogidos en el libro sagrado conocido como Rig-Veda. La mayoría de los 1.028 himnos están dedicados a diversos dioses-toro.

     Entre esos dioses-toro encontramos a PARJANYA, dios del trueno y de la lluvia, que es invocado en el Rig-Veda como:
    
                                                    “El Toro, de fuerte bramido, 
    raudo en enviar sus dones,
       planta las semillas para que germinen…"

     También en otro himno se recoge la plegaria que invoca al dios y se le pide que sea solícito en la lluvia:

“Que este mi canto llegue al soberano señor Parjanya
hasta su corazón y le plazca.
Que tengamos las lluvias que traen gozo
Y a las plantas protegidas de dios frutos benéficos.
El es Toro de todos, y su impregnador:
él mantiene la vida de todas las cosas fijas y móviles”.


El dios INDRA

     Otro dios, al que el Rig-Veda le dedica doscientos cincuenta himnos, es INDRA, al que se le relaciona con la lluvia y el trueno. Su vitalidad se manifiesta en “mil testículos”(sahasranushka) y se le designa con el título de “toro de la tierra”, al tiempo que se presenta como dios de la fertilidad y de las fuerzas genésicas, por eso es el que da la vida, crea el buey y el caballo y da leche a la vaca. Es considerado hijo de Dyaus, uno de los primitivos dioses al que el Rig-Veda describe “como un toro colorado, opulento en semilla, que “sonríe entre las nubes” y lanza desde ellas su bramido”. También se le considera padre de Parjanya y de Agni, dios del fuego. Así describe el texto sagrado el nacimiento de Indra:

 “Su madre, la vaca, parió a Indra, un becerro sin lamer…”.

     Aunque a Indra se le representa siempre cabalgando un elefante, el Rig-Veda lo describe revestido de una fuerza física y una potencia generativa descomunal, y en esa combinación de trueno, rayo y lluvia el texto védico asocia su bramido salvaje al trueno y los rayos a sus agudos cuernos. Con todo ello se le intitula como “Toro espléndido”, “Toro terrible”, “El Toro de los mil cuernos” e “Inigualable en fertilidad”.
     En una leyenda sobre Indra se resalta la fuerza y la potencia fecundante del dios:

     “Cuando Indra fue en busca de su ganado robado, que los cuatreros habían ocultado en una cueva, con la ayuda de sus amigos los toros del viento, localiza a las vacas pero encuentra el paso a la cueva obstruido por una enorme piedra. Valiéndose de un brazo pétreo, que le ha crecido para la ocasión, Indra abre el paso a la cueva y arremete contra los ladrones con sus poderosas pezuñas y sus afilados cuernos. Con bramidos triunfales recupera e impregna a todo el rebaño de vacas”.

El dios AGNI
A Indra se le dedicaban rituales en los que se sacrificaban toros de cien en cien (hecatombes) y se le ofrecía parte de la carne sacrificada, ya que a Indra le gustaba mucho la carne del toro.
      Tras Indra, le sigue en importancia el dios Agni, dios del fuego en tiempos védicos y mediador entre los hombres y los dioses. Los vegetales que nacen en las aguas son la morada de Agni, por eso siempre aparece al frotar una planta acuática, la flor de loto y por ello se le llama “Toro de las aguas”, porque las vuelve fecundas (Rig Veda, X, 21,8). En ese texto sagrado, escrito en sánscrito, se refieren a él como el que “ruge como un toro” y como "el toro que tiene mil cuernos".
     Rudra es otro dios-toro de los arios que es considerado ”dios de la tormenta”, “dios del relámpago y Señor del rayo” y en su vertiente destructora es el devastador de hombres y ganados. Su madre fue una vaca pinta, llamada Prsni, y nació mediante “la risa del relámpago”. Por eso, al haber nacido de la tormenta era considerado dios de los vientos tormentosos, al tiempo que asociado a las grandes nubes que traen la lluvia.
     El Rig Veda recomienda hacer sacrificios a Rudra para aplacarlo, mediante el sacrificio y ofrenda correspondiente de un toro y atraer su bendición. El ritual debe realizarse en primavera o en otoño -solsticios en los que los rituales están dirigidos a aumentar la abundancia de las cosechas o la germinación de las semillas-, después de la puesta del sol y, preferiblemente, después de medianoche. Tras el sacrificio ceremonial del toro, los sacrificadores invocan los doce nombres de Rudra y le ofrecen trozos de carne escogidos, para aplacarle, tras lo cual arrojan al fuego la piel y la cola, al tiempo que riegan con sangre del toro algunas hierbas escogidas, consumiéndose el resto de la carne por los asistentes al ritual.
  Plácido González Hermoso                                  Continuará……

BIBLIOGRAFIA
Historia de las Religiones, siglo XXI, III “La religión sumeria y babilónica”.
Federico Lara Peinado, “Himnos sumerios”.
Federico Lara Peinado, “Himnos babilónicos”.
Cristina Delgado Linacero, “El toro en el Mediterráneo”
Jack Randolph Conrad, “El Cuerno y la Espada”.

lunes, 23 de agosto de 2010

EL TORO PORTADOR DE IMAGENES - II (Carros cultuales)

En el artículo anterior, sobre “El Toro portador de imágenes”, pudimos constatar la existencia de una diversidad de celebraciones y costumbres sobre la utilización de carros tirados por toros, para transportar las imágenes de los dioses o el cuerpo de los difuntos que, como es lógico, fueron adoptadas por distintas sociedades en la antigüedad.
Todas esas costumbres tuvieron su difusión a través de los desplazamientos sociales, el éxodo de poblaciones, las corrientes culturales etc., favorecidas además por los intercambios comerciales, las conquistas militares, las dominaciones imperiales de unos pueblos sobre otros, las migraciones nómadas ganaderas etc.
Asentadas esas costumbres en un territorio determinado y adoptadas por los pueblos residentes, las mismas sufrieron un sincretismo con las costumbres vernáculas, mediante una adecuación o acomodación de las recién llegadas con las ya existentes o viceversa.
Estas prácticas sincréticas fueron habituales en el mundo cristiano a lo largo de los siglos, como fórmula para combatir o erradicar costumbres, creencias y rituales paganos y allá donde la resistencia era insalvable procedían a adaptar las mismas a las celebraciones cristianas, tiñéndolas de una pátina religiosa.
España fue siempre lugar de paso o destino por donde se pasearon o asentaron los pueblos y culturas más influyentes de la antigüedad, dejándonos la impronta de sus costumbres, sus avances y conocimientos, sus creencias etc. que adoptamos de diverso agrado, adaptándolas posteriormente, con la ayuda del cristianismo, a nuestras festividades religiosas.
En los relatos que se exponen a continuación, no es difícil encontrar alguna analogía, a poco que recordemos, con alguno de los casos referidos en el artículo anterior, dentro de esa diversidad de celebraciones religiosas.
Un acontecimiento en el que podemos encontrar un paralelismo con el recalcitrante traslado del “Arca de la Alianza”, lo hallamos en el relato en el que se narra el traslado de los restos del santo eremita San Millán de la Cogolla (473-574).
Según cuenta una leyenda, corría el año 1.053, en concreto el día 29 del mes de mayo, cuando el rey de Navarra García Sánchez III “el de Nájera”(1035-1054), tras inaugurar en 1052 el Monasterio de Santa María la Real de Nájera (La Rioja), quiso enriquecerlo trayendo los cuerpos de varios Santos de la comarca. Con este propósito ocurrió que, cuando intentó llevar el cuerpo de San Millán a Nájera, los bueyes que arrastraban el carro con el féretro del santo, se pararon en un lugar determinado sin querer pasar de allí, por lo que el rey, interpretando el signo milagroso de que el santo deseaba permanecer en aquel lugar, decidió levantar en dicho emplazamiento un cenobio y un monasterio donde custodiar los restos y se le rindiese el culto debido al santo eremita. Dicho monasterio recibió el nombre de Suso (el de Arriba, en castellano antiguo).
Se localiza este monasterio en lo alto del valle de San Millán, que cruza el río Cárdenas donde, según la tradición, habitó el primer poeta castellano Gonzalo de Berceo (1197-1264) y, al parecer, estuvieron enterrados los cuerpos de los “Siete infantes de Lara”.
La realidad, al margen de la leyenda, es que dicho monasterio lo fundó el rey García Sánchez I de Navarra (925-970), el año 935, del que aún se conserva la iglesia mozárabe.
Más adelante, el rey Sancho Garcés III de Navarra, apodado “el Mayor” (1004-1035), colocó, en el año 1030, las reliquias del santo en una urna de plata, con el fin de que sus restos fueran venerados con la mayor suntuosidad posible.
La cueva central es el corazón del antiguo cenobio visigodo fundado, al parecer, por el santo en el siglo VI. Allí estuvo sepultado el cuerpo de San Millán hasta que las reliquias fueron levantadas por Sancho Garcés III de Navarra y colocadas en la urna citada. La cueva también servía al santo como oratorio.

El cenotafio, conservado en dicho monasterio, es de época románica y en él aparece la estatua yacente de San Millán, revestido con ropas sacerdotales y sosteniendo un portapaz en el pecho (lámina de metal, madera o marfil, tallada con alguna imagen o signos en relieve, que se besaba en la ceremonia de la paz de las misas solemnes). En los cuatro lados y en los ángulos del cenotafio se representan algunos milagros realizados por el santo.
Otro ejemplo de la negativa de los toros a transportar los restos de una figura religiosa, la encontramos en el pueblo orensano de Bande, en concreto en el Concello de Santa Comba, circunscrito en la comarca de la Baixa Limia, junto al embalse “das Conchas”, donde se encuentra una pequeña iglesia o ermita visigótica, del siglo VII, dedicada a San Torcuato; un santo griego que fue ordenado obispo por San Pedro durante su estancia en Roma.
Este santo varón ejerció su apostolado en Toulouse, Francia, y posteriormente en Guadix, Granada, de donde fue su primer obispo. En esta ciudad andaluza fue martirizado y asesinado a cuchilladas, en tiempos del emperador Domiciano (51-96 d.C.), donde permanecieron sus restos hasta la invasión musulmana, tras la cual se decidió trasladar sus reliquias a un lugar más seguro y posteriormente, ante el avance musulmán, fueron llevados hasta Bande y depositados en un sarcófago en la iglesia de Santa Comba.
Cuando San Rosendo (907-977), obispo de Mondoñedo, fundó el monasterio de Celanova, intentó llevar los restos de San Torcuato -el corazón, el cráneo y el antebrazo, lo único que contenía el sarcófago- en un carro tirado por dos bueyes hasta dicho monasterio, los bueyes se negaron a ponerse en marcha, por lo que el féretro fue bajado y depositado de nuevo en la iglesia.
Ante semejante negativa de los toros el ingenio del hombre, o del pícaro más bien, arguyó una solución “salomónica” y optaron por transportar los resto a mano hasta dicho monasterio, donde reposan desde entonces. En la catedral de Guiadix se conservan “El Brazo Santo”, “La Mandíbula” y el “Calcáneo”(un hueso situado en el talón). Su festividad se celebra el 15 de mayo.
Puede que no tengan ningún nexo de unión con las celebraciones del Año Nuevo babilónico, donde los dioses locales acudían y se paseaban por Babilonia a lomos de toros; mas debemos convenir en la existencia de una homología subyacente, con celebraciones de la antigüedad, muchas de las romerías de nuestros pueblos, en las que las imágenes de vírgenes o santos son transportadas en carros tirados por bueyes.
Uno de esos ejemplos de transporte de imágenes la encontramos en el pueblo pontevedrés de A CAÑIZA, donde la imagen de Nuestra Señora de A Franqueira, conocida como “Virxe da Fonte” –cuya imagen se cree procede de la época románico-gótica o bien de fecha anterior al siglo IX-, el día de su festividad, que se celebra del 7 al 9 de septiembre, es paseada en un carro tirado por bueyes durante la solemne procesión.
Según cuenta la leyenda, cuando apareció la imagen de forma milagrosa en una cueva (de una zona nominada como "O Coto da vella"), los párrocos de las dos feligresías, cercanas a dicho lugar, pretendieron llevar la imagen a su respectiva parroquia. Después de grandes discusiones sobre el tema, llegaron a un especie de solución "salomónica", determinando que se subiera la imagen a un carro tirado por bueyes, cuyos animales llevarían los ojos tapados para que no pudieran ver absolutamente nada, dejándoles plena libertad para dirigirse hacia una u otra feligresía, sin manejo alguno de personas.
El instinto o decisión de los propios animales sería respetado hasta que se pararan por su propia voluntad, en cuyo lugar habría de quedar la imagen de la Virgen para rendirle culto y veneración.
También en San Lorenzo de el Escorial, Madrid, se celebra la romería de la Virgen de Gracia el segundo domingo de septiembre, comenzando con el rezo del “Rosario de la aurora” desde el santuario de la Virgen hasta la ermita, situada en el parque de la Herrería, donde transcurren los actos del día. Al atardecer se realiza la procesión con la imagen de la Virgen de Gracia transportada en una carroza, lujosamente adornada, tirada por una pareja de bueyes.
En la ciudad cordobesa de Montilla, ubicada en la Campiña Sur, una de las comarcas más vitivinícolas de la provincia de Córdoba, se celebra la romería de la Virgen de las Viñas. Una fiesta variable que se celebra dentro de la primera quincena de junio.
La ermita de La Merced, enclavada en el corazón de la barriada del Gran Capitán, es el punto de partida para los miles de vecinos que, desde las 9 de la mañana, acompañan la pequeña imagen de la Virgen en su recorrido por los campos de Montilla.
Antes de adentrarse por los senderos que conducen hasta la Huerta Bellido, los romeros hacen una ofrenda floral ante el azulejo de la Virgen del Pilar que preside la entrada de la casa cuartel de la Guardia Civil. Tras el solemne acto, la comitiva se dirige por el camino de La Zarza hasta el paraje de Cañalerma, escoltada por una impresionante comitiva de caballistas, amazonas, carretas, coches de caballos y carrozas, de los miles de montillanos que participan en la romería. Tras compartir comida, bebida, baile, cante y tertulia, los romeros toman el camino de vuelta a Montilla en torno a las 19.30, cuando el sol comienza a declinar en la campiña cordobesa.
En Nerja, el pueblo más oriental de la malagueña comarca de la Axarquía, festejan a San Isidro Labrador, patrón de los labradores, los días 14 y 15 de Mayo, con una misa rociera en la iglesia de El Salvador, en la que se citan peñas, agrupaciones de bailes, devotos, feligreses y amigos.
La romería, en sí, se inicia desde el Balcón de Europa, donde el santo, subido en una carreta tirada por bueyes, es llevado hasta la Ermita del Santo.
Mientras se hace el camino hasta la ermita, ubicada en el recinto de la Cueva de Nerja, en cada parada de la comitiva la gente come, bebe, baila y canta por sevillanas.
En Jerez de la Frontera, Cádiz, se venera la imagen de la Virgen de la Consolación, co-Patrona de la ciudad. Según la tradición, la imagen apareció en el mar, en una barca abandonada durante una gran tempestad, siendo recogida por el capitán Domingo Adorno, quien le improvisó un altar en su barco.
En sueños, la propia imagen le pidió que la llevase al convento de los dominicos, fundado por Alfonso X en el siglo XIII (1.266), para recibir allí culto como la Patrona de los Afligidos y los Navegantes.

Tras desembarcar la imagen, ésta fue colocada en una carreta tirada por dos bueyes que la trasladaron a la ciudad, para recibir allí la veneración de todos los jerezanos. Su festividad se celebra el 24 de septiembre.
El hecho más conocido en España de transporte de símbolos religiosos, en carros tirados por bueyes, es la famosísima romería de la Virgen del El Rocío. Esta festividad se celebra el domingo de Pentecostés, entre el 15 de mayo y el 15 de junio, al ser una fiesta móvil, cuya celebración se realiza 7 domingos después del domingo de Resurrección.
Su celebración se remonta al siglo XVII, aunque otras leyendas apuntan que fue desde la fecha en que la imagen fue encontrada por un cazador, Gregorio Medina, de Villamanrique de la Condesa, en el siglo XV.
La romería consiste en un peregrinaje hasta el santuario de la Virgen del Rocío, invocada también con los títulos de “Blanca Paloma” o “Divina Pastora”; dicho templo se asienta en la villa de El Rocío, junto a las marismas del río Guadalquivir, en el término municipal de Almonte (Huelva).
A ella llegan hermandades procedentes, principalmente, de toda Andalucía, aunque no faltan las que llegan desde distintos puntos de España y del mundo entero. Las diferentes hermandades rocieras, superior al centenar, salen en distintas fechas para coincidir en la aldea del Rocío al mediodía del sábado, víspera de Pentecostés.

Lo más característico e identificativo del las Cofradías es un carro tirado por una pareja de bueyes, ricamente exornado de orfebrería plateada, que porta en su interior el “Simpecado”, un estandarte con la imagen de la Virgen, exquisitamente repujado con bordados en oro y pedrería.
Lo más típico es hacer el recorrido a caballo, en carreta o a pie a través de las marismas, durmiendo en pleno campo. Al llegar a Almonte se acampa en espera de las demás Hermandades y el sábado desfilan para presentar el “Simpecado” a la “Patrona de las marismas”.
La noche del domingo nadie duerme, en espera de poder entrar al templo y realizar, en la madrugada, “el salto de la verja”, momento en el que los almonteños saltan la verja y pasean a su Patrona por la Aldea del Rocío durante todo el lunes de Pentecostés, a hombros de los enfervorizados romeros.
Un caso curioso, sobre la iconografía religiosa en piedra, lo encontramos en la iglesia románica de San Gil, del pueblo zaragozano de Luna, encuadrado en la comarca de las Cinco Villas, cercano a Egea de los Caballeros, donde se encuentra un capitel de una belleza y expresividad excepcional.
Su iconografía nos muestra, en un lado del capitel, a los evangelistas Lucas y Mateo, en versión tetramórfica, junto a un ángel que permanece entre ambos mostrando el evangelio. En dicho libro hay grabada una inscripción con la palabra: “MARCHVS”.
En otra cara, del mismo capitel, aparece el toro sujetando con su pata la Cruz de la resurrección, mostrando cierta similitud con el habitual Agnus Dei, ya que la postura del toro aparece en una actitud triunfal. Esta representación es una clara alusión a uno de esos textos de predicación iconográfica o evangelio en piedra, cuya enseñanza tuvo gran permanencia en la época medieval.
En uno de los pueblos blancos malagueños de la serranía de Ronda, en GAUCIN, el último domingo de agosto se celebra la Romería a la Adelfilla, en la que los vecinos acompañan al Santo Niño, desde la Iglesia del pueblo hasta la ermita de la Adelfilla, donde se conmemora el encuentro del Santo Niño con Juan Ciudade (San Juan de Dios).
El Santo Niño se lleva a hombros desde la iglesia hasta la entrada del pueblo, donde se sube a una carreta tirada por bueyes y adornada profusamente para la ocasión. Durante el trayecto se canta y se bebe hasta llegar a la ermita, donde se celebra una misa en su honor.
El Santo Niño permanece en la ermita hasta el día del 7 de Septiembre, día en el que, tras el novenario, se realiza la segunda romería para devolver la imagen, desde la ermita a su permanente hogar, la Iglesia de San Sebastián de Gaucín, donde al día siguiente, 8 de septiembre, el día grande de las fiestas, finalizan éstas con la celebración de la Santa Misa y solemne procesión de las imágenes del Santo Niño y San Juan de Dios por las calles del pueblo.
Según cuenta la tradición, corría el mes de agosto de 1536 cuando un santo portugués, Juan Ciudade, procedente de Gibraltar, donde ejerció su ministerio sacerdotal, halló un niño descalzo y sin vacilar un momento se quitó sus sandalias y se las calzó al niño, pero al ser éstas demasiado grandes para un niño tan pequeño lo llevó a hombros hasta una fuente cercana, llamada de la Adelfilla, donde calmó su sed. Fue entonces cuando de pronto se manifestó como un Niño resplandeciente, con una granada coronada por una cruz y le dijo: "Juan de Dios, Granada será tu cruz".
Pasado el tiempo, después de fundar un hospital en Granada realizó el proyecto, largamente ansiado por el santo, de donar a la Villa de Gaucín una imagen del Niño Divino. Esta donación se materializó el 7 de septiembre de 1540 cuando el santo, burlando la vigilancia de la guardia del castillo, depositó la bella imagen en la actual ermita.
Durante la permanencia de las tropas francesas en la Villa de Gaucín, en julio de 1810, la ermita fue saqueada y la primitiva imagen del Niño fue arrojada por los muros del castillo.
Después de la marcha de los franceses apareció la imagen del Santo Niño, y los lugareños celebraron solemnes actos en acción de gracias.
El 8 de septiembre de 1936, durante la persecución religiosa de las hordas comunistas, fue saqueada la ermita y quemada la primitiva imagen.
En Loreto Aprutino, municipio situado en la provincia de Pescara, en los Abruzos, Italia, se celebra una fiesta en honor de San Zopito el día de Pentecostés y los dos días siguientes, con solemne Misa y procesión.
En la procesión va un buey entrenado y engalanado con un niño montado en sus lomos, vestido todo de blanco con bordados de oro, con un clavel rojo en la boca y una corona de flores, semejando la figura de un ángel, vestigio –se dice- de un culto antiguo.
En varios puntos de la ciudad, durante el desfile procesional con las reliquias del Santo, el Buey realiza varias genuflexiones ante ellas y, sobre todo, ante la puerta de la Iglesia del Santo. Es este ángel, según cuenta la tradición, el que hace que el toro se ponga de rodillas ante las sagradas reliquias.
La leyenda cuenta que este ritual se remonta al año 1711, cuando las reliquias de San Zopito fueron transportadas desde las catacumbas de San Calixto, en Roma, a Loreto Aprutino. Un agricultor, Carlo Parlione, que trabajaba en el campo, hizo caso omiso de la procesión y continuó trabajando.
Sin embargo, uno de sus bueyes reconoció el poder de las reliquias y dejó de tirar del arado poniéndose de rodillas al paso del cortejo procesional, reconociendo con ello la sacralidad de las reliquias. Más tarde, cuando la procesión llegó al pueblo, un familiar del agricultor de pronto se recuperó de una grave y larga enfermedad.
Este ceremonial tiene cierta semejanza con el ritual del “Toro de San Marcos” (del que trataremos en otro artículo), de amplia celebración y difusión en el oeste peninsular y más concretamente en Extremadura. Esta homología se remonta a los antiguos ritos dionisíacos, en especial con una de las ceremonias descritas por Eurípedes en su tragedia “Las bacantes”. Por ello, no sería imprudente aventurar que posiblemente la fiesta de San Zopito sea un sincretismo de algún rito dionisíaco, donde el toro toma parte en el ritual o bien representa una teofanía (manifestación) de la divinidad.
Como decíamos al principio, las corrientes culturales viajaron siempre como parte inseparable de los desplazamientos humanos, cuyos componentes llevaron la impronta de sus costumbres, sus creencias y sus modos de vivir allá donde fueron.
Cuando a finales del siglo XV y comienzo del XVI principiaron las primeras expediciones de “la Cruz y la espada”, de nuestros conquistadores en América, además de las costumbres de sus componentes iban, también, acompañados de sus creencias y de aquella legión de misioneros, que se encargaron de sembrar, no solo la Fe, sino los ritos y ceremonias inherentes a su religión, cuya semilla consiguieron que arraigara en aquellas tierras de ultramar.
En muchos países de la América Hispana enraizaron aquellas costumbres en tiempos de la colonia, cuyas ceremonias podemos contemplar en infinidad de pueblos en las diferentes efemérides que se celebran.
Uno de aquellos países donde creció la semilla religiosa, que por su vistosidad relatamos, es Costa Rica, donde se celebra y festeja, con gran suntuosidad y participación popular, a San José y a San Isidro Labrador.
En San José, la capital de Costa Rica, se celebra, el día de su santo patrón, el conocido “Desfile de Boyeros”, que llenan la ciudad de colorido y tradición y es seguida por miles de josefinos y de “ticos”, gentilicio informal de los costarricenses.
No menos de 300 boyeros de diferentes partes del país, con sus yuntas de bueyes y sus carretas, profusamente pintadas de figuras y colorido, desfilan por las principales avenidas de la capital, en las que participa la imagen de San José subida en la carreta de un boyero distinguido.
Durante la mañana y parte de la tarde, se realiza la tradicional Entrada de Santos y Desfile de Boyeros, organizada por la Municipalidad de San José y la Fundación Boyeros de Costa Rica, que es la encargada de designar, anualmente, la carreta del boyero que debe portar la imagen del santo.
En esta fiesta tradicional participa un enorme muestrario de boyeros, yuntas bien “chaneadas” (adornadas) y coloridas carretas provenientes todos los lugares del país.
También se repite esta conmemoración en casi todos los pueblos de Costa Rica que tienen el nombre de “San Isidro”, donde es común la celebración del día de este santo, con la participación de infinidad de boyeros con sus vistosas carretas y en una de ellas se lleva la imagen de San Isidro Labrador; festejo que iguala en número de participantes, colorido y suntuosidad a la celebrada en la capital del país. A esta tradicional celebración acuden gentes de los diferentes distritos y cantones del país.
Como acabamos de ver, estas fiestas de rito cristiano son adaptadas por la sociedad civil para sus celebraciones populares, produciéndose para ello una desacralización del rito a fin de secularizarlo totalmente; sin embargo no por ello pierden sus raíces de procedencia, bien visibles en cada uno de los estadios de la fiesta.
A modo de ejemplo de esa adecuación del rito al estado laico popular, citaremos solo un caso como arquetipo de las diferentes celebraciones que se ofician en gran parte de Hispano-América, en donde un carro tirado por bueyes transporta, por lo general, una figura femenina elevada a la categoría de reina de la fiesta, como remembranza profana de una divinidad.
Esa fiesta a la que nos estamos refiriendo, a modo de ejemplo, es el Festival Nacional de la Mejorana que se celebra en Panamá, concretamente en el corregimiento de Guararé, de la provincia de Los Santos. Los diferentes actos se desarrollan entre los días 21 y 26 de septiembre, coincidiendo con la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de la ciudad y de los reos, por eso lleva la imagen, en su mano izquierda, unas esposas abiertas como símbolo de liberación.
Este importantísimo festival se realiza para conmemorar el primer grito de independencia en 1821, y en dicho desfile participan infinidad de carretas tiradas por una pareja de bueyes, ricamente engalanadas, representando los diferentes distritos de la provincia de Los Santos. Cada una de las carretas va acompañada por su propia “tuna”, formada por varias decenas de participantes que entonan diversas canciones del folklore popular panameño, junto a los músicos que tañen la popular “Mejorana”, un instrumento popular, algo más pequeño y rústico que la guitarra española, típico del folklore de Panamá.Al final del desfile, que congrega a cerca de 100.000 personas y más de medio centenar de carretas, se concede un premio a la carreta participante mejor adornada, aunque, como casi siempre, la más vistosa es la de la reina de la fiesta, que como es lógico no participa en el concurso.
La lista de celebraciones con la participación de carros tirados por bueyes, tanto religiosas como profanas, sería interminable, por lo que con los ejemplos expuestos son suficientes para constatar la presencia del toro en este tipo de conmemoraciones.

Plácido González Hermoso.
BIBLIOGRAFIA
1.- Julio Caro Baroja, “Ritos y Mitos equívocos”
2.- Julio Caro Baroja, ”El estío festivo”
3.- Ángeles Sánchez “Guía de fiestas populares de España”
4.- Informaciones de diversos municipios gestionados por el autor

lunes, 12 de julio de 2010

EL TORO PORTADOR DE IMAGENES - I (Carros cultuales)

     La mitología del toro es tan extensa y variada que puede contemplarse desde distintos enfoques conceptuales.
     En esta ocasión el análisis será desde uno de los aspectos religiosos, donde la utilización del toro portador de las imágenes de los dioses en los desfiles procesionales, utilizando carros cultuales, está ampliamente documentada en las diferentes sociedades de la antigüedad.
     Los sumerios utilizaron, incluso, el término de “Toro conductor” para designar a uno de sus meses primaverales.
     Durante la festividad del Año Nuevo babilónico, llamado mes de Nisán (equivalente al mes de Marzo), las imágenes de los dioses locales eran llevadas, desde otras ciudades, hasta Babilonia, transportadas por el río Éufrates, en los barcos procesionales conocidos como “magur ó mathusa”, y puestas encima de una plataforma que era portada por un toro y acompañado por el soberano, como recoge la impresión de un cilindro-sello hallado en el tesoro del templo de Uruk, de finales del IV milenio a.C. Durante los días que duraba la celebración del Año Nuevo, los dioses eran llevados, en solemne procesión, de templo en templo de la ciudad babilónica, en una especie de peregrinaje penitente.
     Otra costumbre, en Oriente Próximo, fue la de enganchar toros a los carros que conducían al difunto a su última morada, o también en los carros procesionales en los que desfilaban los dioses o los ornamentos sagrados.
     Esa evidencia la hallamos representada en un vaso de oro de Hasanlu (s. XIX a.C.) hallado cerca del lago Urmia (N.O. de Teherán, Irán) donde aparece, entre otros motivos, un carro conducido por un dios alado y tirado por un buey celeste que escupe la lluvia, exponente manifiesto de la representación del dios de la lluvia o las tormentas.
     En la Biblia encontramos un hermoso pasaje que nos relata un episodio en el que el Arca de la Alianza es transportada en un carro tirado por dos bueyes -tras abandonarla los filisteos después de sufrir grandes desgracias por haberla robado a los judíos-, cuando el rey David la trasladó a Sión: “Pusieron el arca de Dios sobre un carro nuevo y la llevaron de la casa de Abinadab. Conducían el carro Uza y Ajio. David y todo Israel danzaban delante de Dios con todas sus fuerzas y cantaban y tocaban arpas, salterios y tímpanos, címbalos y trompetas. Cuando llegaron a la era de Cidón, Uza tendió la mano para agarrar el arca, porque los bueyes recalcitraban...”, es decir se resistían a seguir el camino; cuya acción le costó la vida a Uzá, por haber tocado el Arca. (1Cron.13,7-10)
     Otro dato curioso en el que el toro es portador, no de imágenes o dioses como acabamos de relatar, sino de objetos sagrados, es la gran fuente de abluciones del Templo de Salomón -construido en el 4º año del reinado de Salomón 971-931 a.C.; destruido el año 587 a.C. por Nabucodonosor II y reconstruido entre el 520-515 a.C. y definitivamente destruido el año 70 d.C. por los ejércitos de Tito-, conocido como el “Mar de bronce”, mandado construir por Salomón al fundidor Hiram, hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y natural de Tiro, cuyas dimensiones eran: “…diez codos del uno al otro lado, redondo (un codo equivalía a 45 centímetros, total 4,5 metros de diámetro), y de cinco codos de alto... Estaba asentado sobre doce toros, de los cuales tres miraban al norte, tres al poniente, tres al mediodía y tres al naciente... Hacía dos mil batos" (un bato equivalía a 37 litros, total 74.000 litros). (1Reyes 7, 23-27)
     El “Mar de bronce” fue destruido por Ajaz, duodécimo rey de Judá (736-716 a.C.) que subió al trono a la edad de veinte años, alejándose de Yahveh y.”…hasta hizo pasar a su hijo por el fuego, según las abominaciones de las gentes…”(2Reyes,16,3), la destrucción la relata la Biblia del siguiente modo: “El rey Ajaz destruyó los paneles de las basas, quitó de ellas el aguamanil, bajó el mar de bronce de encima de los toros que estaban debajo de él, poniéndolos sobre el pavimento de piedra...”(2Reyes, 16, 17-19)
     Aunque la Biblia no es demasiado explícita al respecto, encontramos al menos dos ejemplos que ilustran la utilización de toros en el transporte funerario, aunque separados en el tiempo por varios siglos, nos inducen a pensar que su uso estuvo en vigor durante bastantes centurias.
     En el pasaje en que se relata la muerte del rey de Judá, Ocozías (843 a.C.), a manos de Jehú, cerca de Megiddo, se dice que ”...sus siervos le llevaron en un carro a Jerusalén y le sepultaron...”(2Reyes, 9, 28)
     En otro pasaje de ese mismo libro se relata también la muerte del rey Josías (609 a.C.) por el faraón Necao, también en Megiddo “Sus servidores trasladaron su cadáver en un carro desde Megiddo, llegaron a Jerusalén y lo sepultaron en su sepulcro...”(2Rey 23,30).
     Aunque el autor bíblico no cita qué animales arrastraban los carros, sí sabemos, por la iconografía de la época, que los toros o bueyes eran los animales de tiro habituales y destinados a estos menesteres, ya que los caballos solo se utilizaban para la guerra y para los carros de guerra.
     Tal vez uno de los episodios más representativos narrados en la Biblia es sin duda la famosa visión del profeta Ezequiel (627-570 a.C.) que la identificó como "La Gloria del Señor", hecho ocurrido cuando se encontraba entre los componentes del pueblo judío deportado en tierras de Babilonia, ordenada por Nabucodonosor II, allá por el siglo VI a. C. La narración del propio Ezequiel, desde el Capítulo I, comienza así:
     “Hallándome entre los deportados, a orillas del río Quebar, se abrieron los cielos y contemplé una visión divina. Fue el año quinto de la deportación de Jeconías (conocido por Joaquín de Judá, 598-597).Vino la Palabra del Señor a Ezequiel…Entonces se apoyó en mí la mano del Señor, y vi que venía del norte un viento huracanado, una gran nube y un zigzagueo de relámpagos. Nube nimbada de resplandor, y entre el relampagueo algo como el brillo del electro. En medio de éstos aparecía la figura de cuatro seres vivientes; tenían forma humana, cuatro rostros y cuatro alas cada uno. Sus pies eran como pezuñas de novillo… Su rostro tenía esta figura: rostro de hombre, y rostro de león por el lado derecho de los cuatro, rostro de toro por el lado izquierdo de los cuatro, rostro de águila los cuatro… Miré y vi en el suelo una rueda al lado de cada uno de los cuatro seres vivientes… las cuatro tenían la misma apariencia. Su hechura era como si una rueda estuviera encajada dentro de la otra…para poder rodar en las cuatro direcciones sin tener que girar al rodar…Sobre la cabeza de los seres vivientes había una especie de plataforma… Y por encima de la plataforma, que estaba sobre sus cabezas, había una piedra de apariencia de zafiro en forma de trono; sobre esta especie de trono sobresalía una figura que parecía un hombre…Era la apariencia visible de la Gloria del Señor”.
     Más adelante, en el capítulo 10,13, Ezequiel describe nuevamente la visión reseñada y dice: “Oí que a las ruedas las llamaban La Carroza”
     El profeta Habacuc (605 a.C.), al parecer contemporáneo de Ezequiel, hace referencia al carro de Yahveh cuando le interpela: “¿Es que arde, Señor, contra los ríos, contra los ríos tu cólera, contra el mar tu furor, cuando montas tus caballos, tu carro victorioso?”
     Y anteriormente a todos éstos sucesos, el profeta Isaías (s.VIII a.C. Según los apócrifos Vida de los Profetas, murió aserrado durante la persecución provocada por el rey Manasés) en el último capítulo de su libro, el 66-15, advierte cual es la forma de la llegada del Señor Yahveh, cuando habla de los que serán excluidos de la nueva Jerusalén: “Porque el Señor llegará con fuego y sus carros como torbellino, para desahogar con furor su ira y su indignación con llamas”.
     Una de las descripciones más antiguas en Turquía, sobre los desfiles procesionales con carros cultuales portadores de imágenes, se encontró en un texto cuneiforme protohitita de Bogazköy, del III milenio a.C., donde se narra una fiesta en Capadocia en honor del dios Telepinu: “El cuarto día, cuando amanece, el sacerdote (del templo) de la ciudad de Hanhanna engancha los bueyes al carro del dios.Dos bueyes son regalados por el sacerdote de la casa de Orijanni (un gran señor cuya profesión no se precisa). Ellos colocan al dios y su sacerdote ... El segundo día: sus orejas (las de los bueyes) se adornan también ... Colocan al dios detrás (es decir, detrás de los bueyes sobre el carro). Su sacerdote se coloca con él. Luego él (el sacerdote) sujeta al dios en su lugar..." (para impedir que la estatua o la estela divina se desplace o se caiga).
     El dios de la tormenta Hitita Teshub, viajaba montado en su carro, de ruedas muy primitivas, tirado por sus dos toros sagrados Sheri y Urri, traducido por “Día y Noche”.
     Otra modalidad de toros transportadores de dioses eran las monturas sagradas de la divinidad, de uso común en muchas zonas del conocido “Crecienten fértil”, como se aprecia en el dios Adad, dios de la tormenta de la zona Alepo y Ebla, que tenía como montura un toro sagrado.
     La iconografía representativa de esas monturas sagradas era un tema recurrente en una amplia zona del oriente próximo, dentro de una extensa gama de soportes, como cilindros-sellos sobre arcilla, cobres, basalto, esteatita etc.
     Es interesante una estela basáltica encontrada en Ebla, hacia el año 2.000 a.C. hoy en el Museo Arqueológico de Idlib. Sus cuatro caras estaban subdivididas en cinco registros, donde en la cara principal se ve a la diosa Ishtar, dentro de un curioso edículo alado (templete para cobijar a las divinidades), puesta sobre la espalda de un toro; todo ello encuadrado entre dos hombres-toro. En la cara posterior aparecen dos figuras míticas, una esfinge alada y un toro androcéfalo.
     Lo mismo ocurre con la montura del dios de la India Siva, que era el toro Nandi, el cual dicen que labró con sus cuernos los cauces de los ríos Indo y Ganges. Esta asociación del toro y la divinidad, con Siva en este caso, bien pudieran haber sido adoptadas de las ultra-lejanas concepciones religiosas de las poblaciones paleolíticas de la península indostánica, donde se han encontrado unas pinturas rupestres, en concreto en la zona de Bhimbetka, cerca de Bhopal, en las que se representa a un personaje sobre un toro, que más bien pudiera identificarse con una vaca, cuya orla rodeándole nos inclina a pensar que nos hallamos ante la presencia de una divinidad.
     La escena pudiera ser asociada al dios de las tormentas, en el caso de que fuese un toro el animal representado, de un amplio arraigo en las sociedades agrícolas, o bien, si fuese la vaca el animal de la pintura, se referiría a una escena de fertilidad, de gran fuerza e importancia en dichas sociedades agrícola-pastoriles.
     El nombre Bhimbetka, el lugar donde se encuentran dichas pinturas, se cree que podría proceder de la frase dialectal bhīm bait ka (“Bhimá que se sentó en estas rocas”, un personaje del inmenso texto épico sánscrito Majábharata, escrito hacia el siglo VI a.C.).
     Aunque las informaciones que han llegado hasta nosotros no son lo suficientemente abundante como quisiéramos, relativas a la cultura desarrollada en el valle del río Indo, entre el 2600 y el 1800 a.C., (en el actual Pakistán), en concreto en las zonas de Möhenjo Daro, que significa “montículo de la muerte”, y Harappa, al menos las impresiones sobre arcilla y los objetos iconográficos encontrados, en las excavaciones arqueológicas, delatan una fuerte presencia del toro en la esfera religioso-cultual.  
     Muestra de ello es este carro ceremonial de oro portando a un personaje, posiblemente una divinidad protectora y tirado por dos toros.
     En el ritual de la muerte y resurrección de Atis, circunscrito a las fiestas de primavera dedicadas a Cibeles en las fiestas de Año Nuevo, coincidentes con el equinoccio de primavera, el día 27 de marzo, el festival romano finalizaba con una procesión al arroyo Almo (arroyo que desemboca en el Tiber al pié de las murallas de Roma), adonde era llevada la imagen argéntea de la diosa, tallada toscamente en piedra negra, colocada encima de una carreta tirada por bueyes, en cuyo arroyo era lavada la carreta y la imagen de la diosa por el gran sacerdote. A la vuelta del baño esparcían sobre la carreta y los bueyes las flores de primavera.
     En el país del Nilo, está perfectamente documentada la utilización de carretas tiradas por bueyes para arrastrar el catafalco de la momia hasta su última morada, cuya práctica la encontramos reflejada en las pinturas de las tumbas reales de Tebas.
     Más tarde, Apis se convirtió en el toro que sirvió de vehículo a los miembros recompuestos del cuerpo de Osiris, tras fallecer a manos de su hermano Set, en aquella lucha fratricida, Isis, esposa y hermana de Osiris, después de haber reunido los miembros de éste, los metió en un buey de madera que se supone lo transportó a su sepultura.
     Se sabe que los griegos uncían bueyes a los carros que tiraban del sarcófago del difunto, como lo refleja la Ilíada que ocurrió en la guerra de Troya, para el traslado de los soldados muertos. Tras la lucha entre Héctor y Ajax éste llega ante la presencia de Agamenón que le brindó el lomo entero de un buey. Tras comer, el anciano Néstor habló a los Atridas y les pidió: “…retiremos los cadáveres con la ayuda de mulas y de bueyes, quemándolos ante las naves para que cada cual pueda llevar las cenizas de los suyos a sus hijos…”. (Rapsodia VII,327)
     También la deidad griega Hera, la celosa esposa y hermana de Zeus -diosa del matrimonio y los nacimientos, cuyo emblema era una vaca, por ser un animal maternal- disponía de un carro arrastrado por dos bueyes blancos para sus desplazamientos.
     Esta relación del dios con el toro en cuanto montura, como antecedente oriental trasladada a nuestra Península, la podemos encontrar en una pintura prehistórica del abrigo de la Vieja (Alpera, Albacete), que al decir de los entendidos, una figura de gran tamaño, tocada con un penacho de plumas, con tres flechas en una mano, apoya su pié izquierdo sobre el testuz de un toro mientras que su pierna derecha traspasa los cuartos traseros de un ciervo. Parece ser que esta imagen podría representar a un dios de la caza, o también podría tener alguna relación con el dios de la tormenta, si considerásemos las tres flechas de la mano derecha como símbolos de los rayos de la tormenta, que la mayoría de dioses de esta potestad exhiben en las representaciones pictóricas orientales.
     Otros ejemplos que ilustran la utilización del toro en los transportes funerarios, ocurrió al transportar el cuerpo del apóstol Santiago el Mayor, cuando arribó a las costas gallegas de la ría de Padrón.
     Sin embargo, después de llegar a Jerusalén, donde el apóstol fue degollado por orden del rey Herodes Agripa, dos de sus discípulos robaron el cuerpo y tras prepararlo lo embarcaron de nuevo rumbo a Iria Flavia.
     El 25 de julio del año 44, tras un largo periplo que los llevó desde Israel al fin de la Tierra, transportado en un barco dentro de un sarcófago de mármol y después de franquear las columnas de Hércules, abordó las costas gallegas españolas. La reina Lupa, que habitaba en tierras gallegas, indignada, mandó uncir, al carro que debía transportar su ataúd, dos toros salvajes para que lo rompieran contra las rocas, pero los toros impresionados por el signo de la cruz se volvieron mansos cual corderos y lo llevaron hasta el palacio de la reina, que se convirtió y transformó su palacio en un monasterio, cuna de las peregrinaciones de Santiago.
     Este acontecimiento milagroso es relatado en el Libro III, Capítulo II (Liber de traslatione corporis sancti Jacobi ad Compostellam), del “Codex Calixtinus”, un manuscrito iluminado, de mediados del siglo XII, conservado en la Catedral de Santiago de Compostela y atribuido al Papa Calixto II (1050-1124) de la siguiente manera: “…Sus discípulos, apoderándose furtivamente del cuerpo del maestro, con gran trabajo y extraordinaria rapidez lo llevan a la playa, encuentran una nave para ellos preparada, y embarcándose en ella, se lanzan a la alta mar, y en siete días llegan al puerto de Iria, que está en Galicia, y a remo alcanzan la deseada tierra…. Emprendida, pues, la marcha hacia oriente, trasladan el sagrado féretro a un pequeño campo de cierta señora llamada Lupa… le piden que les dé un pequeño templo en donde ella había colocado un ídolo para adorarlo… y les contesta hipótricamente: “"Id, dijo; buscad el rey que vive en Dugio, y pedidle un lugar para disponer la sepultura a vuestro muerto"…. Obedeciendo sus indicaciones…llegan… a presencia del rey… y le cuentan en detalle quiénes y de dónde son y por qué habían venido. El rey… ordena… que ocultamente se les prepare una emboscada y que se mate a los siervos de Dios. Pero, no obstante, descubierto esto por voluntad de Dios, marchándose secretamente, escapan huyendo con rapidez. Cuando se informó al rey de su fuga… persigue pertinazmente el rastro de los fugitivos siervos de Dios. Y como ya hubiese llegado al extremo de estar a punto de ser muertos a manos de los empedernidos perseguidores, atraviesan, inquietos éstos, tranquilos aquéllos, un puente sobre cierto río, y en un solo y mismo momento, por súbita determinación de Dios omnipotente, se resquebrajan los cimientos del puente que atravesaban, y se desploma desde lo alto a lo profundo del río, completamente derruido…
Después recorren el camino hasta la casa de la citada matrona y le muestran cómo la exasperada determinación del rey había querido perderles con la muerte, y lo que Dios había hecho contra él para su castigo.
     Luego, con insistentes ruegos, le piden que ceda la precitada casa dedicada a los demonios, para consagrarla a Dios… Mientras ellos la urgían… a que suministrase parte del pequeño predio para enterrar el cuerpo del santísimo varón, ideada una nueva y desusada estratagema, creyendo poder matarlos con algún engaño, habló de esta manera: "Puesto que, dijo, veo vuestra intención tan decididamente inclinada a eso, y que no queréis desistir de ella, id y coged unos bueyes mansos que tengo en un monte, y acarreando con ellos lo que os parezca de más utilidad y cuanto necesitéis, edificad el sepulcro. Si os faltasen alimentos, procuraré liberalmente dároslos a vosotros y a ellos". Oyendo esto los apostólicos varones y sin percibir la hipocresía de la mujer, se marchan dando las gracias, llegan al monte y descubren algo distinto que no esperaban. Pues al pisar los linderos del monte, de pronto un enorme dragón, por cuyas frecuentes incursiones se hallaban entonces desiertas las viviendas de las aldeas próximas, saliendo de su propia guarida, se lanza, echando fuego, sobre los santos varones… dispuesto a atacarlos y amenazándolos con la muerte. Mas acordándose ellos de las doctrinas de la fe, oponen impávidamente la defensa de la cruz, le obligan a retroceder haciéndole frente y, al no poder resistir el signo de la Cruz del Señor, revienta por mitad del vientre…. Este monte, pues, llamado antes el Ilicino, como si dijéramos el que seduce, porque con anterioridad a aquel tiempo sostenían allí el culto del demonio… fue llamado por ellos Monte Sacro, es decir, monte sagrado.
Y al ver desde allí corretear los bueyes que arteramente se les había prometido, los contemplan bravos y mugientes, corneando el suelo con su elevada testuz, y golpeando fuertemente la tierra con las pezuñas. Y de pronto, mientras corriendo unos tras otros por la dehesa representaban una cruel amenaza de muerte con su peligrosísima carrera, tanta mansedumbre y lentitud se apoderó de ellos, que los que al principio se acercaban corriendo para ocasionar una catástrofe impulsados por su atroz bravura, luego con la cerviz baja confían espontáneamente su cornamenta en manos de los santos varones.
Los portadores del santo cuerpo, acariciando a los animales que se habían convertido de salvajes en dóciles, sin tardanza les colocan encima los yugos y, marchando por el camino más recto, entran en el palacio de la mujer con los bueyes uncidos. Ella, ciertamente, estupefacta, reconociendo los admirables milagros, movida por estas tres evidentes señales, se aviene a su petición, y perdida su insolencia, tras haberles entregado la pequeña casa y haberse regenerado con el triple nombre de la fe, se convierte en creyente del nombre de Cristo con toda su familia… Y cavado profundamente el suelo, tras haber sido aquéllos destruidos y convertidos en menudo polvo, se construye un sepulcro, magnífica obra de cantería, en donde depositan con artificioso ingenio el cuerpo del apóstol. Y en el mismo lugar se edifica una iglesia del tamaño de aquél que, adornada con un altar, abre una venturosa entrada al pueblo devoto.”
     Todos estos ejemplos, que acabamos de relatar, tuvieron su continuidad en el mundo cristiano, donde la costumbre de transportar en un carro tirado por bueyes las imágenes sagradas, durante los desfiles procesionales, sigue siendo una prácticas tan habitual como abundante y que serán objeto de tratamiento en el siguiente artículo.

PLACIDO GONZALEZ
BIBLIOGRAFIA
Cristina Delgado Linacero.- “El toro en el Mediterráneo”
Lara Peinado y Córdoba Zoilo, “El Mediterráneo Oriental” Historia del Arte nº 6
James George Frazer “La Rama Dorada, Magia y Religión”,pag.407
Elisa Castel.- “Diccionario de mitología egipcia
Mircea Eliade.-”Historia de las creencias y de las ideas religiosas”
Diodoro Sículo (90-fines s. I a.C.) Historiador griego, “Biblioteca Histórica”
Biblia Nacar-Colunga, Biblioteca Autores Cristianos.
Codex Calixtinus, Libro III — Traslación del cuerpo a Santiago (Liber de translatione corporis sancti Jacobi ad Compostellam)