viernes, 20 de marzo de 2009

LA CARNE DEL TORO y II

Como continuación al artículo anterior sobre este tema, muchas fueron las formas, tratamientos y creencias que al respecto se dieron, por todas las riberas del Mediterráneo, sobre las excelencias de la carne del toro, cuyas cualidades terapéuticas o genésicas conformaron un crisol de creencias o supersticiones.
Lo extenso del contenido, y el procurar que los artículos no sean excesivamente largos, evitando con ello el cansancio del lector, me obligó a dividir el tema, dejando para esta segunda parte lo referente al consumo comunal de la carne del toro en nuestra Península, cuyas costumbres se encuadran en los ritos conocidos como “Caridades” y circunscritos a celebraciones religiosas, aunque algunos ejemplos ya se han adelantado.
En los pueblos hispanos se emplearon largos asadores metálicos y grandes calderos para realizar los banquetes comunales. Algunos de estos recipientes solían tener una leyenda grabada de diverso contenido, y de variopintas significaciones, de posibles influencias indo-europea.
En España en general la carne, del toro sacrificado, era costumbre consumirla en un banquete ritual y con parecida liturgia a la empleada por los diversos pueblos del Mediterráneo. Estas comidas, en principio, estaban destinadas a los pobres del lugar, lo que se conocía como “Caridades”, aunque posteriormente se extendieron a todos los asistentes al ceremonial.
El Diccionario de Autoridades, de 1.726, dice al respecto que “ por Caridades vale también el refresco de pan, vino y queso que, en los lugares, se da a los pobres en las solemnidades de algunos santos por la cofradía que celebra la fiesta”.(1)
Los gastos que ocasionaban este tipo de actos estaban exentos de cualquier clase de gravámenes, tributos o arbitrios, como estipulaba la ley de la “Nueva Recopilación”, que expresamente establecía: ”Mandamos que los Comisarios de la Cruzada, o Composición, ni lleven, ni cobren cosa alguna de lo que algunos lugares o cofradías gastaban de sus bolsas en correr toros, o dar caridades, según que lo tienen de voto y de costumbre y mandamos que sobre ello se dan las provisiones necesarias, para que así se guarde y cumpla”. (libro I, título X, Ley IV, 1.850)(1)
A este respecto encontramos la descripción de un caso interesante de votos y “caridades” que se conserva entre los manuscritos del monasterio de Silos y por el que se obligó el concejo de Roa por una pestilencia de que Dios les había librado: “A 4 de Enero del año del nacimiento 1.374, facemos et prometemos voto a Dios... de dar e pagar en cada anno para siempre jamás mil i quinientos maravedís desta moneda usual, que facen diez dineros el maravedí. E que paguen... todos cavalleros, escuderos dueñas e doncellas, fijosdalgo, legos, clérigos, indios i moros desta dicha villa. E que destos dichos mil i quinientos maravedís sean comprados quatro toros y que sean corridos y dados por amor de Dios, los dos toros el día de Corpore Cristi. E que dichos toros fagamos dar cocidos a los envergoñados i pobres... con pan i vino...” (2)
Parece ser que estos votos estuvieron vigentes incluso durante todo el siglo XVI y la mayor parte del siglo XVII, a pesar de la oposición de los moralistas mas recalcitrantes. Mas a pesar de ello, las gentes del pueblo pensaban que haciendo un voto de esta categoría, se podía incluso aplacar a la Divinidad.
Muchos fueron los pronunciamientos contrarios a estas prácticas de las autoridades religiosas y que a modo de ejemplo vale lo que ocurrió en el Concilio provincial de Toledo de 1.565, donde en la sesión III “Reformas”, celebrada el 25 de marzo de 1.566, se dispuso, en el capítulo XXVI, que “los votos hechos para “correr toros” no se cumplan, porque esto no pertenece a causa de Religión, aunque fuere con consentimiento y juramento de todo el pueblo”. Se dispuso también, entonces, que no se hicieran votos semejantes. (3)

Otra muestra más de “Caridades” son las que se celebraban en Talavera de la Reina (Toledo), conocidas como “Las Mondas” o “Fiesta de los Toros”, realizadas por cofradías o asociaciones de mozos desde tiempos inmemoriales, al decir del Padre Mariana (1536-1624 y como nota curiosa, cuando bautizaron a este jesuíta, se hizo constar en el libro de bautismo “no se sabe quién es su padre ni su madre”): ”...civium societas ante anos trecentos constituta est,…” es decir “constituidas por sociedades de ciudadanos hace trescientos años..”. Hay bastantes controversias sobre la procedencia de estas fiestas, sin que falten los que las atribuyen a costumbres romanas, e incluso los que afirman, al decir de D. Luis Zapata, que estas fiestas se celebraban en “un templillo pequeño, dedicado a la diosa Pallas, fabulosa deidad de castidad…” sobre cuyo templo se edificó la ermita a la Virgen del Prado, y que “allí le sacrificaban toros a Pallas; acá á honra de Nuestra Señora,…le corren en tres días veinte y dos toros cada año, que escogen y encierran en la Santa ermita… y en un día, de los de la fiesta, porque todo está fundado en devoción y caridad, se dan de comer allí a dos mil pobres, una diversión grande de toros, dos cuartillos de vino, dos libras de pan.”. Otros argumentan que estas fiestas aparecieron a finales del siglo XV y se estructuraron en los primeros años del siglo XVI. Como quiera que fuese, lo cierto es que en los quince días que duraban las celebraciones, desde el mismo domingo de Pascuas, se corrían veintidós toros que escogía y aportaba el Ayuntamiento, los cuales se encerraban en un patio de la ermita.(4)

Otro ejemplo de esas “Caridades” son las fiestas de “Calderas” de Soria, que se celebran el domingo siguiente a la festividad de San Juan, el 24 de junio, en una ermita que algunos historiadores aseguran era de los tiempos de Recaredo I (586-601 d.C.) y que estaba dedicada a Nuestra Señora del Mercado o de la Blanca. Julio Caro Baroja, en el "Estío Festivo", nos dice que: “La organización estaba a cargo de las “cuadrillas del Común”, cada una de las cuales tenía que llevar allí un toro de la dehesa de Valonsadero. Este toro se corría, ensogado, durante todo el viernes y algo durante la madrugada de la víspera del sábado en que se mataba. Los despojos se subastaban luego. Pero con gran parte de la carne y otras viandas se preparaban grandes calderas con carne cocida”. El domingo por la mañana salían las cuadrillas, con su santo titular, delante de las cuales iba un mozo portando un “ramo” con rosquillas azafranadas para la ofrenda y: “Después se celebraba la misa mayor con sermón. Acabada ésta, se esperaba un topque de campanas y cuando se oía todos los concurrentes se dirigían a la dehesa de San Andrés. Allí cuatro jóvenes, auxiliares del mayordomo de cada cuadrilla, estaban a cargo de las calderas con la carne de toro cocida con sus aderezos y eran los encargados de “dar la caridad”, con la correspondiente ración de pan y vino, tanto a los vecinos como los forasteros y, sobre todo, a los pobres”.(5)
Dicen que hacia 1893 el Obispo de Osma-Soria, con el respaldo aparente de las autoridades, intentó prohibir estas fiestas sin resultado alguno, a lo que el pueblo respondió con una coplilla amenazante que decía:


"Podrá faltarnos el pan
y podrá secarse el Duero,
pero arde Soria primero
si no hay fiestas de San Juan".


La celebración de una corrida, con banquete ritual incluido, era una práctica muy común en muchos puntos de nuestra geografía, así ocurría en Calasparra, Murcia, donde se celebraron hasta la década de 1.950. Pascual Madoz (1806-1870), en su “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España…” (1845), dice que eran unas fiestas que: “…se verifica otra a San Abdón y Senén en el último domingo de agosto: para dar principio a esta fiesta ha de correrse un toro la tarde del día anterior(conocido como “Sábado de Calderas”), el cual guisan en una famosa caldera que al efecto tienen preparada, en la que colocan además de dicha res, gran porción de jamón, garbanzos, berenjenas y calabazas: esta operación se practica en el sitio más público de la villa, y dura desde vísperas hasta el alba del siguiente día, en cuya hora los mayordomos y ayuntamiento, nombrados aquellos por éste y el clero, con la música que está preparada, pasa con la porción de pan que con anticipación tienen dispuesto, á distribuir á los pobres las raciones á que alcanza la comida, que nunca hay la suficiente para todos, por ser copiosísimo el número de estos que de todas partes concurren”.(6)

La festividad de San Roque, el 16 de agosto, es tradicionalmente una fecha señalada en la que se celebraban y celebran, con gran profusión, estas fiestas, con reparto de las consabidas caridades.
Ejemplos hay en abundancia, como el que se celebra en el pueblo jiennense de Siles, donde se corren varios toros durante las fiestas de San Roque, su patrón, y el último día se realiza un banquete comunal con la carne de un toro, previamente cocida en un gran caldero, grabado con una peculiar leyenda, en las inmediaciones de la ermita del santo.
En otro lugar, casi diametralmente opuesto geográficamente, en el pueblo zamorano de Castrogonzalo “En el día de San Roque, que celebran con misa, sermón y novillos, es costumbre que el Ayuntamiento reparta entre los vecinos, cura de la parroquia de Santo Tomás, que es en la que se verifica la función, y predicador, una arroba de barbos, otra de truchas y otra de carne de vaca por iguales partes; por la tarde se corren los novillos y por la noche suele haber algún banquete para los elegantes”.(7)
Este mismo autor nos relata varias fiestas celebradas en España, que las toma de la “Guía de fiestas populares de España, 1.982”, de Mª Angeles Sánchez, como las celebradas en Guadalaviar (Teruel), donde la fiesta de Santiago se celebra con una comida de hermandad a base de carne de uno de los novillos de la corrida, y en Bujalaroz (Zaragoza), durante la fiesta en honor de San Agustín, el 28 de agosto, se reparte la carne de los novillos lidiados.
En Jerez del Marquesado (Granada), en las fiestas de la Virgen de septiembre, que duran del 8 al 12, el último día se reparte la carne de los toros lidiados el día anterior. Por eso a uno se le llama “día de toros” y al otro “día de la carne”.
También se celebran iguales fiestas en “Orihuela del Tremedal (Teruel), pero guisada “a la pastora”. En la misma provincia, en Vellel, la “comida del toro” se lleva a cabo, siempre, en las fiestas mayores de la Fuensanta y Santa Otilia, del 8 al 10 de septiembre.
En otro pueblo turolense, Olite, celebra sus fiestas de la Exaltación de la Santa Cruz y la Virgen del Cantal, entre el 13 y el 16 de septiembre, terminando con la “comida de la vaca”, en que todo el vecindario come la carne de la vaquilla toreada, y en Herencia (Ciudad Real), también durante las fiestas de la Merced, el 24 de septiembre, se come la carne de las vaquillas, con vino de la tierra. (7)
     Igual tipo de celebraciones, según cita Mª Angeles Sánchez, e igual forma de condimentar la carne del toro, guisado a “la pastora”, ocurre en el pueblo turolense de Santa Eulalia del Campo, en el domingo más cercano al día 22 de agosto, durante las fiestas patronales de la Virgen del Molino, donde el pueblo se reúne en una comida comunal.
También en Benavente (Zamora) se celebra, el día de Corpus Cristi, la fiesta del “Toro Enmaromado”, corriéndose un toro de esa suerte por las calles del pueblo. La nota curiosa de esta fiesta es el grupo de muchachas, jóvenes doncellas, que corren detrás del toro y están presentes en el momento del sacrificio. Cuando han dado muerte al toro, las muchachas, llamadas “cazadoras del Toro”, manchan sus zapatillas en la sangre de la víctima, como rememoranza de las ofrendas sanguíneas que exigía Diana a sus sacerdotes y Nereidas. Sacrificado y descuartizado el Toro, la carne se reparte entre las y los jóvenes benaventanos.
En el Boalo (Madrid), por San Fermín, hay encierros, novilladas y “Comida de la vaquilla”.
     En Covaleda (Soria), durante las fiestas de San Lorenzo, el día 12 de Agosto, se celebra una tradicional “Caldereta” condimentada con la carne de los novillos, que se reparte el día 13 entre la población y en especial entre los pobres.
     En las fiestas de Meco (Madrid), celebradas a primeros de septiembre, también hay degustación colectiva de una caldereta de carne de toro en un paseo situado junto a la iglesia.
     En La Puebla de Híjar (Teruel), en las fiestas patronales de la Ntra. Señora de la Asunción y San Roque, el 15 y 16 de agosto, en la plaza del pueblo se corren los toros de fuegos artificiales y por las peñas se celebra y comparte el “guiso y rancho de la vaca”.
En Rascafría (Madrid), el último día de las fiestas patronales de la Virgen de Gracia y San Roque, que suelen prolongarse del 14 al 17, se hace una caldereta con la carne de los toros lidiados, comiéndose comunitariamente en la plaza del pueblo.
En Salas de los Infantes (Burgos), en las fiestas patronales de Nuestra Señora y San Roque, del 14 al 17 de agosto, hay degustación de zurracapote (sangría), toro de fuego en la plaza Mayor y el día 17 las peñas se trasladan en desfile hasta la chopera de la Peña Rota, para comer el tradicional “guiso de carne de novillo con patatas”, con degustación de chorizos y una gran sardinada.
En Hoyos de Manzanares (Madrid), el día 8 de septiembre, en las fiestas de la Virgen de la Encina, se celebran encierros y la “Vaquilla de caldo caliente”, en sustitución de la vaquilla del aguardiente, por la prohibición de consumir alcohol en las fiestas, y los peñistas reparten consomé en las gradas. Durante la fiesta hay un “día de la caldereta”, elaborada a base de carne de toro, que se reparte a más de cinco mil personas.
En Saldaña (Palencia), durante las fiestas en honor de la Virgen del Valle, el 8 de septiembre, y que duran cinco días, el último día se lleva a cabo el “banquete del novillo” en la plaza Vieja.
También en Ayerbe (Huesca) el día 9 de septiembre, durante las fiestas en honor de Santa Leticia, hay Toros de fuego y Calderetas de la carne de este animal.
En Altura (Castellón) en las Fiestas patronales, el 29 de septiembre, día de San Miguel y la Virgen de Gracia, hay Toros embolados y bendición y reparto de las tradicionales “calderas” con la carne de los toros, que costea la cofradía de la Virgen. (8)
Conocidas son también las innumerables corridas de toros que se dieron para beneficio de los Hospitales de diversas ciudades, durante los siglos XVIII y XIX, cuyas Instituciones se beneficiaban de la venta o consumo de la carne de los toros lidiados. La celebración de esas corridas benéficas y el destino de sus beneficios era, en parte, un subterfugio utilizado para burlar las prohibiciones a las corridas promulgadas por los Borbones, cuyo destino benéfico era tan variado como la propia picaresca española.
A modo de ejemplo, ya que la relación sería interminable, vean el destino que se le dio a los beneficios obtenidos en algunas corridas que se dieron en Murcia: “el día 7 de julio de 1.752, viernes, se celebraron cuatro corridas de toros en el sitio y plaza que media entre el derrame del puente de piedra y Alameda del Carmen, con el fin de aplicar sus productos a reparar en lo que fuere posible el daño que tiene el edificio del Malecón, única defensa de esta población contra las inundaciones del Segura”.
Al año siguiente, el lunes 17 de septiembre, “Al igual que el 18 y 19, se celebraron corridas de toros en la plaza de San Agustín, y en el mes de diciembre hubo otra corrida, y ambas fueron limosna para la obra de la Iglesia de San Antolín”. (9)
Para estos menesteres se celebraron infinidad de corridas, e incluso, para mejor burlar las prohibiciones a las corridas de toros, se organizaban novilladas, ya que en las pragmáticas condenatorias no se hacía mención alguna a correr novillo, y las prohibiciones solo alcanzaban a corridas de toros.
El tantas veces mencionado Julio Caro Baroja nos aporta un caso en la capital del reino: “En 1785, los Padres Agonizantes de Madrid pidieron licencia para tener unas corridas de toros en la plaza que había en la Puerta de Alcalá, con objeto de reconstruir el convento de la calle de Fuencarral con su producto. El gobernador del Consejo pidió informe, y de arreglo con éste se le dio permiso para correr novillos”.(10)
Ya para terminar, vean el gesto del Sr. Cúchares en una corrida que organizó el 9 de septiembre de 1.851, en Murcia, en la antigua plaza de San Agustín, en cuyo cartel anunciador se hace constar, mediante nota marginal al pié del mismo, que “los toros muertos serán regalados por Cúchares para las casas de Beneficencia”.
Como pregona el dicho popular “el toreo es grandeza”.
Espero que esta larga relación les haya servido de entretenimiento y conocencia de las variadas costumbres populares y del tratamiento que desde antaño se le ha dado a la carne del toro.


Plácido González Hermoso.



BIBLIOGRAFIA
1.- Julio Caro Baroja “El Estío Festivo”, pag. 218
2.- J.Pereda.-”Los toros ante la iglesia y la moral”
3.- Julio C.B. “El Estío Festivo”, pag. 245
4.-Julio C.B.“Ritos y Mitos equívocos”pag.33
5.- Julio C.B. El Estío Festivo, pag. 222
6.-Julio C.B. “Ritos y Mitos equívocos” pag.75
7.- Julio C.B. El Estío Festivo, pag. 220
8.- Angeles Sánchez “Guía de fiestas populares de España, 1.982”
9.- Juan Torres Fontes “Efemérides murcianas, 1750-1800”
10.- Julio C.B. El Estío Festivo, pag. 224

1 comentario:

  1. En las fiestas de Meco (Madrid), celebradas a primeros de septiembre, también hay degustación colectiva de una caldereta de carne de toro en un paseo situado junto a la iglesia. Está claro para mí que esta costumbre está muy arraigada y extendida en España.
    Ah, una puntualización: cuando se habla del pueblo de "El Bolao", entiendo que se refiere a El Boalo.

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