jueves, 8 de enero de 2009

TOROS MITOLOGICOS – II, India, China y Egipto

Tras el recorrido mitológico por tierras mesopotámicas y persas, del artículo anterior, nos encaminaremos ahora hacia la mítica y mística península indostánica donde, según la tradición, los cauces por donde discurren los ríos sagrados del Indo y el Ganges fueron labrados por los cuernos de un toro celeste ensabanado.
En esa INDIA, henchida de una profunda religiosidad donde vive: “…un pueblo que ha visto a Dios ... a través de profundas meditaciones y silencios …” y donde: "Pocas veces el deseo de Dios ha sido expresado con palabras tan llenas del espíritu del Adviento como en vuestros libros sagrados..." (según palabras de Pablo VI cuando visitó Bombay el 3 de diciembre de 1.964), y conformada por un calidoscopio de castas y religiones, la imagen permanente que percibe el viajero, nada más llegar, es la abundante presencia inmutable de las vacas sagradas.
Gandi, refiriéndose a ellas dijo que “la vaca es un poema de misericordia y la madre del pueblo indio”. La causa de tal veneración bovina estriba en la creencia de que es una teofanía de la diosa Sarasvati (o Sárasuati), esposa del dios Brahma, madre de los Vedas y la inventora del alfabeto, además de diosa de la sabiduría y de la ciencia. Por ello, la matanza deliberada de una vaca constituye un crimen abominable, ya que supone cegar las fuentes de la vida y el culpable de semejante delito será condenado “a permanecer en el infierno tantos años como pelos tenga el animal asesinado”.
Entre el misticismo indio el Toro fue considerado como fuente de vida y por tanto un don concedido por los dioses, al tiempo que adscrito a la esfera celeste y a los dioses del panteón indio.
Entre las más famosas adscripciones encontramos un Toro blanco, de nombre NANDI, cuya misión era servir de montura sagrada al dios SHIVÁ (foto 1), la tercera persona de la Trinidad hindú y dios supremo del Brahmanismo, quien “…es a veces invocado como toro, símbolo de la fecundidad. El toro está casi siempre representado delante del templo, vuelto hacia el santuario”.
Este toro Nandi fue el que labró unos surcos, con sus cuernos, por donde luego discurrirían los ríos sagrados del Indo y el Ganges. Como es de suponer, esta montura táurica celeste es objeto de culto y veneración entre la población india desde el principio de los tiempos de los Vedas, contando con infinidad de templos en todo el mundo brahmánico, en donde el Toro sagrado de Shiva se ofrece a la veneración de los fieles. (foto 2)
Otro aspecto de la fecundidad del toro atribuida a las divinidades es la otorgada al dios indio AGNI, dios del fuego en tiempos védicos y es, al parecer, el mediador entre los hombres y los dioses. “…los vegetales que nacen en el agua son la morada de Agni (Rig Veda, X,91,6), y él mismo aparece al frotar una planta acuática, la flor de loto (Rig Veda, VI,16,13). Se le llama “Toro de las Aguas", porque las vuelve fecundas”(Rig Veda, X,21,8).
El Dios INDRA, era el dios principal de la primitiva religión védica (previa al hinduismo en la India, junto a Mitra y Varuna), dios del trueno y la humedad. Era el dios védico más popular y se le comparaba con un toro y fue el que creó el buey y el caballo y el que manifestaba su vitalidad con mil testículos.
SURYA el Dios-sol de la mitología védica, se considera que es un toro solar. Su iconografía se fijó en la época Brahmánica. Era creencia general entre los fieles creyentes que este Dios es capaz de curar varios problemas (tales como la lepra, la ceguera y la infertilidad).

MANÚ es el nombre del primer ser humano, el primer rey que reinó sobre la Tierra, y que fue salvado del diluvio universal.
Manú, que era la encarnación de Brahma, ofreció a Vishnú, en agradecimiento por haberlo salvado del Diluvio, leche cuajada, nata y manteca. Esta ofrenda tuvo la rara virtud de engendrar a Ida o Ila, mujer de extraordinaria belleza. Manú la deseó y para poseerla se transformó en Toro. Ida, a su vez, se convirtió en vaca, y posteriormente en cabra, obligando a Manú a transformarse en macho cabrío.
Siempre Manú adoptaba la forma del macho correspondiente al animal en que ella se transformaba. Gracias a estas uniones fecundas, nacieron todos los animales
.”.
Otra versión de este mito se le atribuye al dios Vahram, divinidad de la órbita del mazdeismo, quien al parecer también sufre una serie de transformaciones o metamorfosis generadoras, a su vez, de las distintas especies animales.
En las Leyes de Manú,(un texto sánscrito de la ley hindú que fue escrito entre el siglo VI y el III a.C.),en la regla 81 se establece: “En el Krita-Juga, la justicia, bajo la forma de toro, se mantiene firme sobre sus cuatros pies; la Verdad reina y ningún bien obtenido por los mortales deriva de la iniquidad”.

En CHINA existe una creencia en que el cauce del río Yang-Tsê-Kiang (el río Azul), el más largo de China y Asia (5.500 Km.), fue labrado por el cuerno del toro sagrado..
Está documentado que durante la dinastía Han (206 a.C-220 d. C), época en la que surgieron los llamados “Mandarines”(funcionarios que accedían a su puesto, al servicio del Emperador, mediante la superación de un examen-concurso cultural previo. No confundir con el dialecto "Mandarín", propio de las regiones Norte, Centro y Suroeste de China), se celebraban torneos que tenían gran parecido con las corridas españolas. De hecho el año 108 d.C. se celebraron unos importantísimos torneos, de larga duración, en los que se utilizaron gran número de animales, entre ellos Toros. (fotos 3 y 4)
Existen unos hermosos grabados en Nanyang, en unas tumbas de generales chinos, en los que se aprecia a un hombre delante de un toro, esgrimiendo una espada en una mano y en la otra un pequeño escudo y puñal. En otra escena se repite igual suerte del hombre frente al toro, en actitud desafiante. Ambos grabados son de una perfección y plasticidad sorprendentes.








Nuestra siguiente etapa nos lleva a visitar el país de dioses, faraones y pirámides. EGIPTO, el país que según Heródoto “es un don del Nilo”, donde el toro es elevado a la categoría cultual de lo divino, ya que los egipcios adoraron a los animales por representar una teofanía (manifestaciones de lo divino), estando documentado tanto el culto como la veneración de al menos media docena de toros. Era creencia general que un dios podía residir en el cuerpo de un animal y ser así una “imagen de culto viviente”. Es decir el "Ka" (el alma) del Dios permanecía dentro del toro. El más conocido y popular de todos los toros sagrados de Egipto era APIS, así, con mayúsculas. Era negro y con una mancha blanca en la frente, además de otras veintisiete marcas más. (foto 5a y b)










APIS era el Toro sagrado y garante de la fecundidad, cuyo culto está atestiguado desde antes de la primera dinastía tinita (2920-2770 a.C.) ya que la institución de su culto se atribuye a Menes o Narmer, el primer faraón unificador de Egipto (hacia el 3.000 a.C.), quien lucía en su atuendo, atado a la cintura, un rabo de toro, tal como se puede observar en la paleta conocida como “la paleta de Narmer”. Igual indumentaria lucía otro faraón contemporáneo a Menes, conocido como “el rey Escorpión”.(foto 6-7)






Apis estaba considerado como hijo del dios Ptah, dios dinástico y de la fecundidad, ya que nacía de una vaca que era fecundada por este dios bajo la forma de fuego celeste.
Al nacer (cuyo acontecimiento no ocurría hasta que no moría el anterior Apis), era buscado por todo Egipto y reconocido por los sacerdotes de Menfis, su ciudad por antonomasia, tras la constatación de que poseía las veintisiete marcas de rigor. Una vez identificado el nuevo Apis era conducido, en compañía de su madre, vestido con ricas túnicas, en una barca dorada y consagrada a Ptah, hasta la ciudad de Menfis, antigua capital de Egipto, cercana a la actual ciudad de Saqqara al sur de El Cairo, donde era entronizado en el templo a él dedicado.
Durante el traslado procesional del Apis, al igual que durante la fiesta anual o en las visitas al templo, se permitía a las mujeres acercarse al toro, pero sólo para levantarse las faldas y mostrarle el sexo, pensando que así aseguraban su fecundidad, ya que era creencia general en la transmisión genésica del toro.
Ya instalado en el recinto del templo, se ponía a disposición del Apis un clero de sacerdotes exclusivos, los sacerdotes de Apis, y un harén de unas 30 vacas, junto a su madre, donde era objeto de exquisitas atenciones. En dicho templo las visitas estaban permitidas, existiendo una ventana, a la altura de la cintura, conocida como “la ventana de la aparición de Apis”, a través de la cual las mujeres le mostraban el sexo para obtener la gracia de la fertilidad.
En el caso hipotético de que alguna vaca fuese fecundada por el Apis, misteriosamente, el clero se encargaba de certificar la muerte de la vaca, en evitación de que el ternero, descendiente de un Apis, no reuniese ninguna de las señales características de su progenitor.
También fue asociado Apis con el dios supremo Ra, dios Sol y señor del Cielo y la Tierra, del que toma, al parecer, el disco solar que lleva entre sus cuernos.(foto 8)





Al morir Apis era asociado con el dios funerario por excelencia, Osiris, y por ello se convertía y se le conocía con el nombre de Serapis, cuyo cometido consistía en llevar el cuerpo del difunto a la otra vida. El cuerpo del Apis muerto era objeto de idénticos rituales de embalsamamiento y funerarios que los faraones, al tiempo que su enterramiento se realizaba en un lugar específico conocido como “el serápeum”, en la ciudad de Saqqara.
Elisa Castel dice que: “En el último periodo de la civilización faraónica, se convirtió en dios de los muertos con carácter psicopompo y se entendió que el dios conducía al difunto hasta su tumba, le ayudaba y protegía para que el finado controlara los cuatro vientos del Más Allá”.(foto 9)
Esta misma autora nos in forma que: “Aunque ya desde el Reino Nuevo estaba relacionado con Osiris, el culto de Apis, con Ptolomeo I se fusionó completamente con el dios del Más Allá, dando origen a una nueva divinidad llamada Serapis, es decir, Apis identificado con Osiris al morir. Esta creación habría sido ordenada por mandato real, tras un sueño del monarca”.
La contrapartida de Apis en el sur era el toro BUJIS o Buckis, Bujis (en griego) o Baj (en egipcio) considerado la encarnación deRa y Osirisen la mitología; también era el Ka de Montu, el dios guerrero con cabeza de Halcón. Estaba relacionado con el poder germinador y la fecundidad del suelo.(fotos 10a)
Se elegía un toro salvaje como encarnación de Montu, y era venerado como tal. Con el tiempo los criterios para elegir el toro se hicieron más rígidos, eligiendo toros con el cuerpo blanco y la cara negra. Cuando estos toros (o sus madres) morían eran momificados, y se llevaban a un cementerio conocido como el Bujeum. Las madres fueron consideradas como representaciones de Hator, la madre de estas deidades. Era representado como un toro de cuerpo blanco y la cabeza negra tocado con un ureo, con disco solar y dos altas plumas; también como hombre con cabeza de toro. Se veneraba como "Toro de las montañas” y “toro de la salida y el ocaso del sol”, en la ciudad de Hermontis y en Tebas, ciudades cercanas al famoso Valle de los Reyes.
El último entierro de un toro Bujis en el Bujeum de Hermontis fue en 340 a. C. Mitológicamente se decía que sus tonalidades cambiaban a lo largo del día, incluso Macrobio (escritor y gramático romano, del último cuarto del s.IV d.C.) comenta de él que cada hora cambiaba de color.
En la siguiente ilustración se representa al emperador Trajano (98-117 d.C.) ante el toro Bujis en el templo de Medamud, cercano a Tebas.(foto 10b)


Otro de los toros sagrados de Egipto era MNEVIS (en griego) o MERUR(egipcio), el toro sagrado relacionado con Atum-Ra, llamado "La renovación de la Vida", y con Osiris como Mnevis-Osiris o Mnevis-Uenen-Nofer; fue venerado en Heliópolis.(fotos 11a)
Se representaba como un hombre con cabeza de toro que lleva sobre la testa un disco solar, ureo entre los cuernos y plumas. O bien como un Toro negro o moteado con el mismo tocado. Venerado desde muy antiguo y hasta Época Baja, fue la manifestación del ba (Alma) del dios Ra, remarcando la fecundidad del suelo y el poder germinador, con un marcado carácter sexual. Su culto se constata desde la dinastía II (2770-2649 a.C.).
Este toro disponía, en su templo de Medamud, de un recinto, a modo de coso, donde medía sus fuerzas con otros miembros de su especie, una de las aficiones de los egipcios, la lucha de toros.
Un relato de Eliano “el Sofista” (170-235) nos da cuenta de lo ocurrido a Mnevis, el toro sagrado de Montu, señor de Tebas, dios guerrero con cabeza de halcón o de toro, en el templo de Medamud, que significaba “castillo del combate” al que para fustigarle, el faraón Bócchoris ó Wankare(de la XXIV dinastía de Sais, 717-712 a.C), llevó un toro salvaje a su templo para que se le enfrentara: “...ocurrió que Mnevis empieza a mugir, y el advenedizo respondió a sus mugidos. A continuación, el extraño, llevado de su furia, se lanza, deseoso de caer sobre el toro amado del dios, pero resbala y, yendo a caer sobre el tronco de un árbol perséa, quedó sujeto a él por el cuerno, y entonces el toro, Mnevis, lo mató corneándole en el costado. Bócchoris quedó avergonzado, y los egipcios desde entonces lo aborrecieron”.
Su conexión con Osiris se explica por su identificación con la fertilidad y, bajo este aspecto, es un toro que se custodiaba en el templo. A su muerte "se le enterraba cuidadosamente momificado y con toda clase de medidas profilácticas y sus órganos eran igualmente embalsamados e introducidos en grandes Vasos Canopos".(foto 11b)

Merur fue el intermediario para que hombres y sacerdotes pudieran ponerse en comunicación directa con el dios Ra, siendo el toro el que participaba en los oráculos cuando se planteaba una cuestión terrenal en la que la divinidad solar debiera intervenir.
Su veneración se mantuvo durante el reinado de Akhenatón (de la XVIII Dinastía, 1353-1335 a.C.); este rey eliminó el culto de casi todos los dioses del panteón (y sobre todo el de Amón y su familia), permitiendo tan sólo la pervivencia de deidades de carácter solar, las cuales se entendieron como formas de su dios Atón. Precisamente gracias a una de las estelas de demarcación de la ciudad de Amarna, sabemos que este rey preparó enterramientos para la inhumación del toro Merur, tumbas que todavía no han sido halladas.
A Mnevis lo invocaban sus fieles con el título de “heraldo de Re, toro de la Eneada y toro solar”. El toro representaba la fertilidad por antonomasia, a quien se le rendía culto en la ciudad de Heliópolis, un suburbio al norte de El Cairo, donde también existía un recinto para la lucha de toros.

Con el nombre de MERHY nos referimos a un Toro negro u hombre con cabeza de toro, relacionado con Osiris, a quien se le llamaba “Toro del Oeste” o “Toro de Abidos”, su nombre significa “El Ungido”, pudiendo ser una forma de Osiris asociada a la luna. Según la tradición, Osiris moría como “Toro de la cosecha” y, posteriormente, a la búsqueda de sus restos, que su hermano Set descuartizó tras una lucha encarnizada, marchan Isis, Thot, Anubis y Toro.
Se encuentra representada en escasos santuarios, destacando, entre otros lugares, el templo de Sethy I en Abidos, donde se potencia su aspecto de dios integrado en el círculo agrícola y se le pone en conexión con aspectos de muerte y regeneración. La misma Isis es denominada “Hija del Toro Merhy””. A menudo está acompañado de los toros Bapef y Tyasep.(foto 12)


Por último tenemos al toro del dios MIN, del cual no conocemos su nombre pero sí sabemos que era blanco y adorado en Koptos. Como es de suponer los títulos de Min eran: “Señor de Copto, del desierto y dios de la fecundidad” y en el santuario del dios había “una esbelta columna coronada por un par de cuernos…”.
Pocos datos tenemos de este animal, sin embargo se sabe que acompañaba al faraón en uno de los festivales más importantes del ceremonial egipcio, en el de la cosecha, conocido, también, como “La salida de Min”, que en tiempos de Ramsés III coincidía con el aniversario de su coronación y tenía lugar “durante el primer mes de la estación de shemw, cuando comenzaba la cosecha”(solsticio de verano). En él se hacía una solemne procesión dirigida por el rey, que iba acompañado del toro blanco, al cual adornaban con un disco solar y dos plumas entre sus cuernos. A este toro se le consideraba la reencarnación de Min y se le conocía como “el toro de su madre”. El rey cortaba una gavilla de trigo y se la ofrecía al toro, probablemente tratando de propiciar la fecundidad. Esta fiesta tan importante se llevó a cabo desde la época Tinita hasta la Romana (2920-30 a.C.). Cuando finalizaba la fiesta, el rey y la reina se situaban frente al dios y recitaban himnos. En uno de ellos decía: "¡Salud a ti, Min, que has fecundado a tu madre! ¡Cuán misterioso es el rito que has realizado en la oscuridad!"
Min fue el dios que personificó la fuerza generatriz de la naturaleza y la procreación de las plantas, los animales y los hombres. Se le representó como un hombre itifálico. Se le llamaba "Toro de su Madre", "Kamutef" o "Gran Toro". El rayo era uno de sus atributos y por ello se le llamaba también "Aquel que desgarra la nube lluviosa".

El Festival Sed, o Jubileo Real
El festival Sed, o Heb Sed, conocida como "Fiesta de la Renovación Real", fue la ceremonia más importante de los soberanos del antiguo Egipto. Según se documenta en la “Piedra de Palermo”, este ceremonial estuvo vigente desde la I Dinastía hasta el periodo Ptolemaico (2920 al 30 a.C. aproximadamente), traducida por los griegos como “La fiesta de los treinta años”.
El objetivo de esta festividad era la renovación de la fuerza física y la energía sobrenatural del Faraón y se celebraba a los 30 años del ascenso al poder del faraón, aunque no siempre se celebraron al cumplir tan dilatado periodo de reinado, ya que muchos faraones no alcanzaron a reinar tanto tiempo y lo celebraban tras cumplir solo tres años de reinado. De Hecho, uno de los últimos faraones que la celebraron al cumplir los 30 años de reinado fue Ramsés II, y luego cada tres, llegando a celebrar un total de 14 jubileos.
Los ritos incluían purificaciones procesiones con los altos dignatarios, iluminación de las capillas que debía visitar el Faraón y presentar ofrendas a los dioses titulares del templo. Entre las ofrendas, la principal era la dedicada al toro Apis, de cuya capilla salía el toro y era conducido ante el soberano.(foto 13a)

Entonces el Faraón y el toro Apis realizaban, alrededor del templo, cuatro carreras, dos dedicadas a la fertilidad de los campos y las otras dos como rogativas para que los dioses legitimaran su autoridad real.
Era una prueba deportiva que el rey debía superar para demostrar su juventud y fuerza. Corría portando diversos símbolos, el flabelo y un rollo de papiro, considerado el testigo del testamento de los dioses que le legitimaba para gobernar las 2 tierras…”, y otros símbolos, al tiempo que debía erigir “…un pilar djed como símbolo osiriaco de estabilidad y a disparar flechas hacia los cuatro puntos cardinales”.(foto 13b) Las mayores aportaciones para el conocimiento de la fiesta Sed las encontramos en el complejo de Sakkara, en el Templo de Soleb de Amenofis III y en el patio del festival de Osorkón II en Bubastis. Estas fiestas tenían lugar el primer día del mes de Tybi (en griego) en la estación de Peret, cercana al solsticio de invierno.
Plácido González Hermoso.



BIBLIOGRAFIA :
José Mª González Estéfani.-Revista “TORO”, 1.966
J. Roger Riviere, “India (bharat). Religiones no cristianas”, Canal Social.
Fernand Comte, “Las grandes figuras mitológicas”
Cristina Delgado Linacero, “El Toro en el Mediterráneo.
Robert A. Armour, “Dioses y mitos del Antiguo Egipto.
Pierre Montet, “La vida cotidiana en Egipto en tiempo de los Ramses”
Elisa Castel: “Gran Diccionario de mitología Egipcia”





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